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Stalingrado, la batalla que cambió el rumbo de la historia

Se cumplen 75 años del fin del episodio más sangriento de la Segunda Guerra Mundial

Stalingrado, la batalla que cambió el rumbo de la historia

Dos millones de muertos, entre soldados de ambos bandos y civiles rusos, ese es el terrible resultado de la Batalla de Stalingrado, cinco meses de destrucción en los que esta próspera ciudad del sur de la Unión Soviética, rica por sus reservas de petróleo, se vio reducida a cenizas.

En el 75 aniversario del final de esta batalla, que supuso la primera gran derrota de los nazis, siguen conociéndose sorprendentes detalles sobre la titánica resistencia de los soviéticos y el papel clave de las mujeres en la defensa de la ciudad.

A mediados de 1941, el ejército alemán campaba a sus anchas por media Europa, invadiendo y conquistado sin apenas oposición países como Polonia, Checoslovaquia, Francia o Bélgica. Adolf Hitler decidió que era el momento oportuno para lanzar la ‘Operación Barbarroja’, e invadir la Unión Soviética, sorprendiendo de esta manera a Lósif Stalin, quien confiaba en el pacto de no agresión que habían firmado los ministros de Asuntos Exteriores de ambos países -Joachim von Ribbentrop y Viacheslav Mólotov- en agosto de 1939.

En los primeros meses de la operación, los blindados alemanes no encontraron apenas obstáculos en su camino hacia Moscú, destruyendo todo a su paso y llegando a las puertas de la capital soviética antes de lo previsto, este fue el único episodio tranquilo de los nazis en este vasto territorio, antes de que el Ejército Rojo pudiera reorganizarse tras este ataque sorpresa, las tropas alemanas ya empezaban a sufrir a su otro gran enemigo: el frío.

Casi un año después de la invasión, en 1942, los nazis estaban luchando en dos frentes, Leningrado (actual San Petersburgo) en el norte y Moscú en el centro, encontrándose una resistencia por parte de los soviéticos que no esperaban. Ante esta situación de estancamiento y desgaste, Hitler tomó una decisión que para muchos expertos fue clave en el fracaso nazi: abrir un tercer frente hacia el sur y atacar Stalingrado con la intención de apropiarse de los pozos petrolíferos del Cáucaso.

Hitler destinó un millón de hombres a esta misión, que comenzó en agosto, y “en la ciudad de Stalin”, se encontraron una resistencia feroz tanto de los soldados soviéticos como de la población civil. Aunque no se pudo confirmar, se cree que Stalin ordenó que la ciudad no fuera evacuada, pues muchos soldados eran de allí, y pensó que con sus familiares cerca, y en peligro, los reclutas lucharían con más ganas para protegerlos.

La inmensa cantidad de bajas en las filas soviéticas hizo que adolescentes y mujeres tomaran un papel protagonista al entrar en combate, cualquier ayuda era válida con tal de contener la ofensiva alemana. Y fue la ideología la que jugó un papel clave, las atrocidades cometidas por los nazis habían calado hondo entre los soviéticos que, unidos, focalizaron su odio más profundo contra los alemanes. Esto les permitió mantener su moral alta y no decaer. Este inmenso esfuerzo consiguió que los nazis nunca lograran cruzar el rio Volga, esa enorme frontera natural permitió a los soviéticos mantener la distancia con sus enemigos, recibir suministros de forma regular y que su artillería fuera más mortífera.

Muchos civiles y soldados sobrevivieron comiendo barro cuando ya no quedaban semillas para llevarse a la boca, y era normal que vivieran en agujeros excavados en los acantilados cercanos al Volga. 

El 31 de enero de 1943, el general nazi Friedrich Paulus, anunció la rendición, al quedarse sin municiones ni suministros y con un ejército de muertos vivientes hundido por el hambre y el frío. El general soviético Konstantin Abramov, encargado de las formalidades en aquel momento, dijo que Paulus rechazó la comida que le ofrecieron y también el vodka posterior, pero finalmente se tomó dos vasos “a la salud nuestra”.

 

Latin American Post | José María González Alonso

Copy edited by Susana Cicchetto

 

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