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Centenario de Juan Rulfo

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A Juan Rulfo le bastaron unos pocos cientos de páginas para convertirse en Juan Rulfo: uno de los escritores mexicanos más universales y el más traducido, un célebre narrador, un creador de imágenes.

Este martes 16 de mayo, don Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, que solo necesitó doscientas páginas para convertirse en uno de los grandes de la lengua, habría cumplido cien años.

El momento decisivo en la vida del escritor Juan Rulfo fue su temprano encuentro con los libros en la biblioteca del sacerdote católico Ireneo Monroy, depositada en la casa de la abuela materna de Rulfo en San Gabriel.

Retrató este pueblo en una de sus fotos más tempranas, tomada desde las alturas vecinas hacia finales de la década de los treinta. En los libros, Rulfo encontró la posibilidad de trascender el encierro a que obligaba la inestabilidad de esos años en que ocurrió la revuelta cristera.

En la fotografía, halló una manera de lidiar con la realidad, que le resultaba inasible desde el punto de vista de la escritura. Solía asociar ésta exclusivamente con la imaginación y con la táctica de insistir hasta que surgiera el personaje, al cual dejaría en libertad para desarrollarse.

Sólo daría cuenta de sus hechos, los relevantes para contar una historia. De ahí el carácter fragmentario de su narrativa, presente de manera principal en la novela Pedro Páramo, pero también visible en cuentos como "El Llano en llamas" y "El hombre", para tomar sólo un par de modelos de su libro publicado en 1953.

Para llegar a esa síntesis Rulfo estaba dotado de una autocrítica feroz, que lo llevaba a escribir de manera incansable durante las noches. Destruía casi en la misma proporción en la que escribía. Según testimonio de su hermana Eva, al asear la habitación de Rulfo en casa de su abuela paterna en Guadalajara encontraba hojas desechadas con textos que serían el fermento de su mundo narrativo.

Los cuentos fueron, desde ese enfoque, ejercicios narrativos para adquirir las habilidades necesarias con vistas a concretar una obra que inicialmente se titulaba "Una estrella junto a la luna", después "Los desiertos de la tierra", a continuación "Los murmullos" y que sólo al llegar a la imprenta recibió el nombre del protagonista, Pedro Páramo. En ella, Rulfo muestra cómo toda una cadena de hechos aparentemente inconexos en realidad tiene su origen en un episodio remoto que conduce a la destrucción de esa comunidad llamada Comala.

La muerte de Rulfo fue un hecho particularmente doloroso para la sociedad mexicana de mediados de los ochenta. Al homenaje de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes se sumaron no sólo los previsibles integrantes del medio cultural mexicano, sino también el común de la gente. Esa misma gente que, ante la devastación causada por el terremoto del 19 de septiembre de 1985 en la capital de México, había salido a la calle a prestar apoyo y ayuda a sus conciudadanos, aquellos a quienes el régimen priista entonces encarnado en la figura del presidente Miguel de la Madrid Hurtado dejó a su propia suerte.

Si Rulfo estuviera entre nosotros en este 2017, año de su centenario, vería confirmarse su hipótesis con respecto al círculo vicioso en que suele estancarse la historia de México. En una entrevista que respondió por escrito al periodista argentino Máximo Simpson, Rulfo exponía que la sangrienta conquista española, punto de origen de la sociedad mexicana, obligaba a ésta a reproducir la violencia de manera periódica.

La crónica de la actualidad, por sí misma, bastaría para arrojar un reflejo que actualizara los ambientes, las situaciones, las temáticas de El Llano en llamas. Y los dominios atomizados del crimen organizado en las distintas regiones del país traen a la mente el ejercicio del poder a la manera de los señores feudales. Nada más objetivo que la lectura de Pedro Páramo para comprender la deriva actual de México.

 

BBC News | Jorge Zepeda 

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