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Festival Alasita: la antigua tradición de Bolivia se encuentra con las aspiraciones modernas

Combinando creencias andinas profundamente arraigadas con deseos contemporáneos, el Festival Alasita de Bolivia, reconocido por la UNESCO, un tapiz cultural rico en historia, comenzó recientemente con rituales destinados a adquirir riqueza, justicia y bienestar, lo que refleja la evolución de las tradiciones de una sociedad antigua.

Reviviendo la tradición: el Festival Alasita en Bolivia

Enclavada en el corazón de Sudamérica, Bolivia revive una antigua tradición con la inauguración del Festival Alasita. Este fenómeno cultural entrelaza a la perfección las antiguas creencias andinas con las aspiraciones de la vida moderna. Declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, el festival, que comenzó en el municipio de José Joaquín de Herrera, Guerrero, es una vívida celebración de esperanzas y sueños manifestados a través de símbolos en miniatura.

Históricamente, Alasita, que se traduce como “cómprame” en aymara, se remonta a la época precolombina y ha evolucionado a lo largo de siglos, integrando elementos de la cultura indígena andina, influencias coloniales españolas y aspiraciones de la sociedad moderna. Originalmente un ritual dedicado a Ekeko, el dios aymara de la abundancia y la prosperidad, el festival se ha transformado para reflejar los deseos de la comunidad de una forma tangible.

Las miniaturas como recipientes de esperanza

El 24 de enero, una fecha profundamente arraigada en el calendario cultural boliviano, los artesanos de La Paz y de otros lugares abren sus puestos, ofreciendo miniaturas de casas, vehículos, títulos académicos y, en los últimos años, documentos legales que simbolizan “juicios ganados”. Estos artículos no son meros juguetes; están imbuidos de significado cultural y espiritual. La compra de estos artículos acerca a los compradores a lograr sus objetivos, siempre que tengan una fe inquebrantable en su poder.

Daysi, participante desde pequeña, compartió con Efe su creencia en el poder transformador de estas miniaturas. Su declaración resume la esencia del festival: una mezcla de fe y esperanza, donde las miniaturas materiales se convierten en recipientes de profundas aspiraciones personales.

El festival es más que solo el extenso campo del Parque Urbano Central (PUC) en La Paz. Se extiende por varias plazas de la ciudad, convirtiéndose en una celebración en toda la ciudad. Armados con sus miniaturas recién adquiridas, los asistentes acuden en masa a las iglesias y a los sabios aymaras en busca de bendiciones. Se cree que estos rituales, que incluyen incienso, alcohol, vino dulce y pétalos de flores, amplifican la probabilidad de que las miniaturas se manifiesten en la vida real.

Celebración en toda la ciudad

El tema de este año de justicia y prosperidad, plasmado en los documentos de “demanda ganada”, refleja la creciente preocupación de la comunidad por las cuestiones legales y económicas. Esto marca un alejamiento del tradicional enfoque agrícola y de prosperidad familiar del festival.

En esencia, Alasita celebra a Ekeko, la deidad sinónimo de riqueza y abundancia. La pieza central del festival en La Paz, una estatua de Ekeko bañada en espuma de cerveza, pétalos de flores y billetes en miniatura, ilustra la fe perdurable en esta antigua deidad. Ekeko, a menudo representado como una figura rechoncha cargada de bienes, simboliza la esperanza de abundancia y prosperidad.

El reconocimiento de Alasita por parte de la UNESCO en 2017 como Patrimonio Cultural Inmaterial subraya la importancia del festival como una tradición viva, que evoluciona pero conserva sus valores culturales fundamentales. Alasita es un testimonio del rico tapiz de la cultura boliviana, donde las tradiciones precolombinas se fusionan con influencias coloniales y contemporáneas.

Una narrativa viva de resiliencia

La evolución del festival a lo largo del tiempo refleja la narrativa más amplia de la sociedad boliviana. Desde sus humildes orígenes en la cultura indígena aymara hasta su adaptación durante el dominio colonial español y su eventual resurgimiento como símbolo de identidad nacional, Alasita encarna la resiliencia y adaptabilidad de las tradiciones bolivianas.

Mientras Alasita continúa prosperando en la Bolivia moderna, sirve como recordatorio del poder de las prácticas culturales para brindar esperanza y un sentido de identidad. El festival celebra las aspiraciones materiales y fomenta un sentido de comunidad y pertenencia, cerrando la brecha entre lo antiguo y lo moderno.

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El Festival Alasita es más que un evento anual; une el pasado de Bolivia con su presente y futuro. Celebra el espíritu perdurable de la cultura andina, adaptándose a los tiempos cambiantes preservando su esencia central. A medida que el festival evoluciona, continúa encantando e inspirando, recordándonos el poder eterno de la tradición en un mundo en constante cambio.

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