Medio ambiente

Movilidad eléctrica: ¿cómo está el panorama en Latinoamérica?

Aún es un reto para la región la transición hacia una movilidad más amigable con el medioambiente, pero ya existen varios proyectos para poder alcanzar esta meta.

carro electrico

Foto: Unsplash

LatinAmerican Post | Christopher Ramírez

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La movilidad eléctrica es una de las estrategias más importantes de la llamada “energía limpia”, con la que se pretende mantener el estilo de vida actual del ser humano, mejorando la relación de este con el medio ambiente. Es decir, no contaminar sin afectar las actividades humanas más básicas.

Por supuesto, el tránsito es una de estas necesidades, la cual está siendo abarcada por grandes empresas que, en su compromiso con el planeta, se han planteado como meta pasar de los combustibles fósiles a la electricidad.

De acuerdo con un informe de la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés), más de 2,2 millones de carros eléctricos se vendieron en todo el mundo en 2019, es decir, el 2,5 % de las ventas totales de vehículos en todo el planeta. Este número aumentó en 2020 a 3 millones, siendo el único rubro del mercado de los automóviles que no vio caídas en sus ventas. Para 2021, el número se incrementó por dos, al registrar la venta de más de 6,6 millones, lo que representa cerca del 9 % de la flota de automóviles vendida en todo el mundo el año pasado.

“Estimamos que ahora hay alrededor de 16 millones de autos eléctricos en las carreteras de todo el mundo (…) el equivalente a toda la electricidad generada en Irlanda. Los coches eléctricos ayudaron a evitar el consumo de petróleo y las emisiones de CO2 en 2021”, explica la IEA en su estudio.

Sin embargo, esta realidad, aunque positiva, refleja solo una muy pequeña parte de todo el territorio mundial. Según la organización de energía, tan solo China, Europa y Estados Unidos representan el 90 % de las ventas de automóviles en todo el planeta.

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En busca del cambio en Latinoamérica

Ahora bien, aunque la escena parezca sombría en zonas como África, gran parte de Asia y en Latinoamérica, lo cierto es que esta última ha empezado a darse cuenta que la movilidad eléctrica es una gran opción para contrarrestar el impacto de la huella de carbono en sus respectivos territorios; aunque aún falta mucho por hacer.

Actualmente, la mayoría de los países latinoamericanos cuentan con una significativa flota de autobuses eléctricos, aunque este panorama no se vislumbra de igual forma en la compra de vehículos particulares “amigables con el planeta”; especialmente por la aún escasa presencia de infraestructura para la carga de estos automóviles.

Un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) menciona que Colombia y México son los dos países que cuentan con “la mayor flota de vehículos eléctricos enchufables”, aunque la cifra, de acuerdo con Statista, no es muy alentadora, ya que en toda Latinoamérica, solo había una red de 1.292 estaciones para la carga de estos vehículos en 2020; cifra que no puede pelear contra los 800.000 cargadores de acceso público que se registraban solo en China.

“La prima de precio asociada a los autos eléctricos y la falta de infraestructura de carga son las razones clave de la lenta aceptación”, añade la IEA.

Esto ha hecho que la MOVE (programa de movilidad para el cuidado del medioambiente de la ONU), asegure que “el transporte es el sector con mayor crecimiento de emisiones de CO2 en Latinoamérica”, pues aunque existen vehículos eléctricos, lo cierto es que esta cifra no representa ni el 1 % de las ventas totales de la región.

Sin embargo, el lado bueno de esta situación es que esta misma entidad ha sido la encargada de entregar información actual sobre los pactos a los que se han comprometido la mayoría de los países de la región para reducir su impacto medioambiental por medio de la electrificación del transporte.

De acuerdo con el informe “Carbono cero: América Latina” de la MOVE, son varias las metas que se esperan obtener en el mediano y largo plazo como el reemplazo de todos los sistemas de Autobuses de Tránsito Rápido (ATR) a la electricidad en 2025, así como obtener una flota de vehículos de pasajeros que del 15 % en 2025 pase al 100 % en 2050.

Así, lo ideal es que en 28 años, la mayoría, sino es que toda la movilidad en la región sea eléctrica.

De hecho, es tal la atención puesta en esta necesidad medioambiental que el Consejo Internacional de Transporte Limpio (ICCT por sus siglas en inglés) ha informado sobre casos de países antes ajenos a esta realidad, como Chile, que han impulsado programas de “reembolso que reducen las emisiones mediante el cobro de tarifas por tecnología ineficiente y el pago de reembolsos por vehículos eficientes”.

Mientras, otros como Nicaragua han dado pasos agigantados al asumir que la movilidad eléctrica es una realidad, incorporándola en su legislación. En el caso del país presidido por Daniel Ortega, se logró que en febrero de 2022 la Asamblea Nacional añadiera esta forma de energía limpia en su Ley de Estabilidad Energética. De acuerdo con MOVE, esta reforma “empezará aplicarse con beneficios tributarios para la adquisición de vehículo de uso particular, transporte colectivo, selectivo, naves y barcos”.

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