Medio ambiente

Sequías en América Latina: ¿Vivir con menos agua?

El segundo informe anual de la OMM advierte sobre las graves repercusiones del cambio climático en América Latina. Los expertos recomiendan la adopción de medidas urgentes para frenar la sequía, que pone en peligro la disponibilidad de los recursos hídricos de la región.

tierra en seco

Foto: Pexels

LatinAmerican Post | María Fernanda Camisay

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La existencia en nuestro planeta depende del agua. Sin este recurso, el progreso de la sociedad y la vida de innumerables especies sería imposible.

De modo alarmante, la crisis del cambio climático está alterando el ciclo del agua y, con ello, las reservas hídricas disponibles. No solo los fenómenos meteorológicos extremos ocurren con mayor frecuencia e intensidad, sino que también la disponibilidad y calidad de los recursos de agua disminuyen considerablemente.

Al respecto, las Naciones Unidas resalta que ningún rincón del planeta está a salvo de estas consecuencias, y esto incluye inexorablemente a América Latina. Un nuevo informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), órgano especializado de la ONU sobre el clima y los ciclos del agua, revela el profundo impacto del cambio climático sobre Latinoamérica, que lejos de ser un pronóstico, es una realidad que amenaza con agravarse en los años venideros. Las sequías en América Latina hoy son una realidad alarmante.

Los patrones de lluvias están cambiando, las temperaturas aumentan y en distintas regiones del Cono Sur del planeta, acontecen fenómenos meteorológicos extremos cada vez más severos y recurrentes como sequías, olas de calor, precipitaciones intensas, inundaciones repentinas, huracanes y deshielo de glaciares. 

Este conjunto de eventos afectan la seguridad alimentaria e hídrica, la salud humana, la pobreza y la estabilidad de los ecosistemas naturales. "El Informe sobre el Estado del clima en América Latina y el Caribe 2021 muestra que los riesgos hidrometeorológicos han provocado, lamentablemente, la pérdida de cientos de vidas, graves daños a la producción de cultivos y a las infraestructuras, y desplazamientos humanos", declaró el secretario general de la OMM.

Escasez de agua en el mundo

Entre los diferentes eventos climáticos que sacuden la región, la sequía constituye uno de los desastres naturales más silenciosos, pero disruptivos para el desarrollo sostenible, según expresa la ONU.

De hecho, previsiones de este ente internacional sugieren que para “el 2050 las sequías afectarán a más de las tres cuartas partes de la población mundial”. El número y la duración de este fenómeno se ha incrementado en las últimas dos décadas y hasta la fecha, “más de 2300 millones de personas sufren problemas a causa de la escasez de agua”.

Se trata, sin duda, de números que preocupan y reflejan la actualidad del mundo. Europa transita por la peor sequía desde hace 500 años y América Latina va por el mismo camino. De hecho, su panorama no es para nada alentador, pese a tener a países con enorme biodiversidad. 

Leer también: Sequía en Europa: ¿Qué futuro le espera al Viejo Continente?

Desde el comienzo del siglo, la disponibilidad de agua por persona ha disminuido en más de un 20 % debido a un acelerado crecimiento poblacional, una fuerte demanda de las economías regionales y una crisis climática que no da respiro.

Millones de agricultores se enfrentan a sequías frecuentes que ponen en peligro sus cosechas y restringen el transporte de cultivos por los bajos caudales de los ríos. Asimismo, la escasez de agua reduce la electricidad producida a partir de las fuentes hídricas, aumenta las probabilidades de incendios forestales y limita el abastecimiento para fines domésticos o de consumo.

Sequías en América Latina: el cono sur en alerta

De acuerdo al estudio de la OMM, las sequías en América Latina son un hecho. Uno de los ejemplos más claros de ello corresponde a la megasequía de Chile. Actualmente, Chile experimenta más de una década de sequía, la peor en toda su historia y la más prolongada e intensa de la región en al menos mil años.

Con un déficit de agua que alcanzó el 60 % de su territorio el año pasado, “existe una clara tendencia a la desertificación que sitúa a este país a la cabeza de la crisis hídrica de Latinoamérica”. Para comprender la magnitud de esta crisis, es importante señalar que este país cordillerano se sustenta de dos fuentes principales de agua: los embalses que, hoy por hoy, presentan niveles críticos de reservas dada la falta de precipitaciones, y la acumulación de nieve que está llegando a su fin.

La escasez de agua pone en jaque a la industria agroalimentaria. Más aún, hace peligrar las reservas disponibles para el consumo humano, con una buena parte de los chilenos ya viviendo en condiciones de racionamiento. Ante tales circunstancias, las proyecciones futuras para Chile tampoco aportan buenas noticias. Según manifiesta la Dirección General de Aguas (DGA), existe un riesgo elevado de que la sequía empeore y se convierta en la nueva normalidad del país en los próximos años.

Ciertamente, Chile es una muestra grande del terrible impacto de la sequía, aunque no la única de la región. Paralelamente a la escasez hídrica del país cordillerano, la Cuenca del Paraná – La Plata, una de las más grandes de Sudamérica, atraviesa un extenso período de descenso nunca antes registrado. La ausencia de lluvias, mayoritariamente en la parte alta de la cuenca que abarca centro-sur de Brasil y partes de Paraguay, Bolivia y Argentina, ha provocado una reducción importante del caudal en los ríos Paraná y Paraguay, y por extensión, de la producción de cultivos de la zona.

La caída en los niveles de la cuenca es un gran golpe a la economía que obliga a los buques a circular con menos carga para no encallar. A la vez que merma la capacidad de las represas de proveer de energía hidroeléctrica. A todo esto, se suma el daño ambiental ocasionado por la bajante, con cientos de especies acuáticas comprometidas y miles de habitantes locales que utilizan esta fuente hídrica a diario y viven con gran preocupación. 

Reduciendo el impacto

En este contexto, el informe destaca la necesidad de fortalecer los distintos eslabones de servicios climáticos, incluidos el monitoreo, los sistemas de alerta temprana y gestión de planes de acción, a fin de reducir el riesgo de desastres naturales.

Resulta claro que el cambio climático es una grave amenaza y, al mismo tiempo, una gran oportunidad para que la humanidad gestione más adecuadamente los recursos hídricos y encuentre la forma de sobrevivir y prosperar en un mundo cada vez más incierto y cambiante.

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