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Opinión: El perdón del Papa en Canadá es el comienzo, no el final

La histórica petición de perdón que hizo el papa Francisco en Canadá por las escuelas de asimilación llena de orgullo a los católicos, pero es tan solo el comienzo.

papa francisco

Foto: LatinAmerican Post

LatinAmerican Post | Santiago Gómez Hernández

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Esta semana pasada, el máximo líder de la Iglesia católica llegó a la tierra de Norteamérica en una de las visitas más importantes en la historia. Su llegada está relacionada con algo propio de la doctrina católica: el perdón.

Francisco dijo en español, "pido humildemente perdón por el mal cometido por tantos cristianos contra los pueblos indígenas", reconoció el papel de la Iglesia en la asimilación forzada y la destrucción de la cultura de las primeras naciones indígenas.

La historia de la asimilación forzada en Canadá es uno de los recuerdos históricos más lamentables de la nación. El Gobierno, con el apoyo de la Iglesia Católica, inició una política que obligaba a las familias indígenas a entregar a sus hijos al Estado o a la Iglesia para que fueran estas las encargadas de educar a las nuevas generaciones. En esta formación, se les intentó borrar cualquier rastro indígena: el idioma, la religión, las tradiciones, la historia, etc.

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Pero, además de este genocidio cultural, también se conocieron cientos y miles de denuncias de abusos, violencia y hasta muertes de los menores que han sido encontrados hasta hoy en fosas. Se calcula que unos 150.000 niños fueron llevados a 139 internados administrados por la Iglesia.

Ahora, lo que en algunos medios de derecha han intentado vender es que este gesto de pedir perdón es una "humillación" a los católicos. Para ellos, esto es una postura "indigenista", que ellos creen que es una vertiente del "comunismo". Pero, según esta lógica, entonces la Iglesia puede pedir perdón por otros crímenes, pero no por estos, ya que como las víctimas son nativas americanas, entran dentro de la catalogación comunista.

Primero, las pedidas de perdón por los crímenes o errores que la Iglesia Católica cometió en el pasado no son algo nuevo o propio de Francisco. Por ejemplo, en 1995, Juan Pablo II pidió un histórico perdón por los daños a los no católicos. Posteriormente, en 2004, pidió excusas por la inquisición, uno de los capítulos más trágicos del catolicismo, en donde la tortura fue algo usual. El mismo Francisco también ya había pedido perdón por los hechos cometidos por la iglesia durante la colonización americana.

Es precisamente esa pequeña diferencia que tanto irrita y molesta a la ultraderecha española. Aceptar que los años dorados del imperio español se construyeron sobre el sufrimiento y la sangre de indígenas y esclavos les daña su discurso de grandeza. Es por esto que tachan a Francisco de comunista siempre que tienen una opinión distinta y que les afecta sus intereses políticos. Pero, por más que les duela, la realidad es esa y reconocer que el imperio español tiene sangre en sus manos es lo que les irrita.

Porque pretender decir que el perdón que pide el Papa "humilla" a los católicos, es desconocer que lo que nos ha humillado son las muertes, las violaciones, los abusos, la discriminación y el beneplácito con Gobiernos asesinos. 

Por el contrario, hoy Francisco limpia un poco la conciencia colectiva que los católicos tienen. Aceptar que no fuimos nosotros, pero sí nuestra Iglesia, la que ha cometido cientos de errores y que debemos aceptarlos y enmendarlos. Bien lo dijo el mismo pontífice en 2016: "sin la humillación no hay humildad verdadera". Fue precisamente eso lo que Jesús hizo, tomar el camino de la humildad y la humillación, en vez del de la opulencia, el ego y el orgullo. Es reconocer nuestros pecados con humildad, para así enmendarlos y comprometernos a no repetirlos.

Porque el perdón es el primer paso, pero tanto Jorge Mario Bergoglio, como la Iglesia católica (institución) y la comunidad católica en Canadá, deben comprometerse a la reparación con las primeras naciones. Bien lo dijo el sumo pontífice en su eucaristía del 26 de julio en Edmonton, se debe "custodiar la historia para construir un futuro mejor" y ese papel debe mantenerse, en no tomar un papel negacionista, sino responsable de los hechos del pasado.

Ahora bien, también debe haber un pago a las víctimas y sobrevivientes. Es por esto que la Iglesia Católica ha vendido más de 40 propiedades en Canadá para pagar a las víctimas del internado Mount Cashel en el que cientos de pequeños sufrieron violaciones sexuales en décadas.

El futuro de la iglesia es incierta, y muchos temen que desangrarla económicamente en pagos de demandas puede ser el fin. Pero hay que reconocer que la Iglesia Católica no ha sobrevivido más de 2000 años por su opulencia, sino a pesar de esta. Sus años repletos de errores, pecados y crímenes han sido los que más la han hecho tambalear. Hoy no puede haber un futuro si no hay un cambio y una postura de tolerancia 0 ante los hechos de corrupción dentro de la institución, en especial, los escándalos de pederastia que salpican a la Iglesia en todo el planeta. Ya sea con este papa o con el siguiente, los cambios se deben hacer y que una nueva Iglesia que reconoce sus culpas y se compromete a no repetirlas, será la que salve la Fe de millones de fieles en el mundo.

 

 

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