Bienestar

Alergias alimentarias: cuando el menú se convierte en un calvario

Comer afuera o comprar comida preparada puede representar un gran dilema para personas con alergia alimentaria. Más aún, si el problema no es a uno, sino a varios alimentos.

menú de restaurante

Foto: Pexels

LatinAmerican Post | María Fernanda Camisay

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Read in english: Food Allergies: When The Menu Becomes An Ordeal

Es un hecho: la alimentación es una parte esencial de nuestra vida cotidiana. Como cualquier ser vivo, precisamos comer para sobrevivir y mantenernos saludables. Una afirmación compartida por varios, aunque no del toda cierta. ¿Qué tal si la comida conocemos y disfrutamos no es tan inofensiva como pensamos? O peor aún, ¿si un simple bocado es combustible de sensaciones potencialmente graves, inclusive fatales?

En pleno siglo XXI, hablamos de las alergias alimentarias como una pandemia silenciosa pero latente. Una afección en ascenso que no hace distinción de género, etnia, edad o zona geográfica. Según la Organización Mundial de las Alergias (WAO, por sus siglas en inglés), se estima que entre 220-520 millones de individuos de todo el mundo sufren de algún tipo de alergia hacia alimentos.

Desafíos a la carta

Desde que nacemos hasta el final de nuestros días, estamos en contacto con sustancias totalmente extrañas a nuestro organismo. Podemos inhalarlas, digerirlas o bien, absorberlas por la piel. Sus presentaciones clínicas pueden ser de lo más variadas. En este sentido, reconocer cuáles son los agentes dañinos y neutralizarlos, si fuera necesario, son tareas del sistema inmune que patrulla nuestro cuerpo sin descanso en búsqueda de potenciales amenazas. No obstante, este mecanismo no es perfecto y a veces, puede descontrolarse, reaccionando de forma exagerada frente a elementos que son inocuos para la mayoría de las personas. La WAO lo define como alergia o hipersensibilidad.

En el caso particular de las alergias alimentarias, nuestro sistema inmune responde adversamente ante uno o varios componentes de los alimentos que interpreta como extraños y peligrosos. Estas sustancias llamadas alérgenos activan las señales de alerta de nuestras defensas y desencadenan síntomas indeseados.  Actualmente, los científicos han identificado alrededor de 170 productos alimenticios causantes de reacciones alérgicas. Sin embargo, la mayoría de episodios reportados se concentra en un número reducido de ellos: huevos, leche, maní, frutos secos, pescado, crustáceos, trigo y soja.

Aunque el primer contacto con los alérgenos no desencadena síntomas, no pasa en absoluto desapercibido. En efecto, este encuentro sensibiliza al organismo dejando un sello en la memoria inmunológica que toma relevancia en eventuales ingestas con manifestaciones físicas cada vez más rápidas e intensas. He aquí que si consumimos nuevamente dichos alimentos podemos padecer de ciertas complicaciones como picazón en la boca, ronchas en el cuerpo, dificultad para respirar, dolor en el estómago, vómitos, diarrea o en los cuadros más severos, anafilaxis.

Para la WAO, tener conocimiento sobre los productos a los cuales somos alérgicos es el primer paso para prevenir los síntomas que provoca esta afección. Especialmente, ello implica leer y prestar atención a las etiquetas de los alimentos antes de consumirlos para asegurarnos que no poseen ingredientes que nos causen problemas.

Ahora bien, esto es tan solo la punta del iceberg de una condición médica mucho más amplia.

Cruces peligrosos

De forma análoga que una persona manifiesta una reacción alérgica con alimentos que conoce y alguna vez degustó, también es capaz de experimentarla con otras sustancias desconocidas. ¿Sensible al látex y la palta o aguacate? ¿Malestares con el maní y los frijoles? Son algunos de los típicos planteos que enfrentan diariamente los especialistas de salud al evaluar pacientes con antecedentes o indicios de alergias alimentarias.

De acuerdo con un artículo publicado en la revista Journal of Allergy and Clinical Immunology del año 2021, el diagnóstico y tratamiento de estas enfermedades se dificulta por el gran número de alérgenos comunes que están presentes tanto en los alimentos que consumimos como en el ambiente que nos rodea. Y es que, ciertamente, cuanto más parecidos sean estos elementos, mayor será la probabilidad de que nuestro sistema inmune se confunda y en ocasiones reaccione indistintamente, cualquiera sea el factor.

Leche, pólenes, frutas, legumbres, hortalizas o resinas naturales como el látex son ejemplos de los agentes desencadenantes del fenómeno de reactividad o alergia cruzada. Este tipo de reacción alérgica tan peculiar ocurre normalmente con familias de proteínas de origen vegetal, siendo el síndrome de polen-frutas el caso más característico. Como su nombre lo indica, la reactividad cruzada sucede cuando unas de las sustancias contenidas en el polen y en ciertas frutas (incluso también vegetales y frutos secos) son reconocidas por nuestro sistema inmune como el mismo factor. Por esta razón, individuos sensibilizados al polen pueden desarrollar alergia a distintos alimentos.

Leer también: Aumentan las alergias respiratorias, asma y rinitis por el cambio climático

En resumidas cuentas, son varios los modelos naturales de reactividad cruzada que se encuentran en la práctica clínica. Al respecto, un artículo de la revista Nutrients del año pasado destaca que la sensibilización a múltiples sustancias es altamente prevalente en pacientes alérgicos. Y si bien acota que esta incidencia depende de la población en estudio, resalta además que los individuos suelen adquirir nuevas fuentes de sensibilidad conforme transcurren los años.

En este aspecto, la WAO aclara que la sensibilización amplia a varios alimentos no significa necesariamente su expresión clínica. La alergia es una respuesta biológica compleja que no solo involucra el reconocimiento de una sustancia dada, sino además el despliegue de un conjunto de señales que progresan en síntomas tras su exposición. Por lo dicho anteriormente, se entiende que un paciente con resultados positivos de sensibilización a ciertos alimentos, pueda tolerarlos sin ningún inconveniente.

De cualquier forma, es fundamental estar atento a cualquier indicio o signo de malestar cuando comemos (ronchas en la piel, inflamación, debilidad, dificultad para respirar) y ante la mínima duda, acudir al especialista para un buen diagnóstico. Existen varios métodos de evaluación de alergia alimentaria, que incluyen pruebas cutáneas, análisis clínicos y desafíos orales, y según la WAO se precisa más de uno para llegar a un diagnóstico certero y orientativo del mejor tratamiento. En ausencia de una cura definitiva, una dieta personalizada y medicación a medida, si es pertinente, son elementos claves para mantener la alergia bajo control y disfrutar de una vida plena.

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