Bienestar

Entrevista: Masculinidades igualitarias, urgentes en Latinoamérica

Ante los preocupantes casos de violencia de género en la región, es necesario trabajar en la reeducación y prevención. Que los hombres conozcan y apliquen masculinidades más sanas es necesario.

Dos hombres chocando las manos

Foto: Unsplash

LatinAmerican Post | María Fernanda Ramírez Ramos

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En LatinAmerican Post, hablamos con Benjamín Fuentes, antropólogo y coordinador en Ilusión Viril, una fundación que trabaja para prevenir la violencia de género y promueve el conocimiento de las masculinidades diversas, igualitarias y no violentas. Busca cuestionar las construcciones sociales sobre la masculinidad, que terminan promoviendo desigualdades y generando comportamientos violentos. El objetivo es concientizar a los hombres para que asuman un cambio frente a las conductas machistas.

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LatinAmerican Post: Desde tu experiencia en la Fundación y con los activistas ¿Cuáles son aquellos rasgos tóxicos en las masculinidades de Latinoamérica sobre los que es necesario trabajar más?

Benjamín Fuentes:  Es importante señalar que son las actitudes y las conductas las que son tóxicas, no las personas. Por eso, en la Fundación tenemos espacios de reeducación porque creemos que es posible transformar colectivamente estas conductas. En Latinoamérica, el primer rasgo tóxico, y más urgente a trabajar, es el ejercicio de la violencia física para solucionar problemas, que se ve en la violencia de pareja, intrafamiliar, entre hombres o pegarle a algún objeto. Puede haber un trabajo de políticas públicas y educación, pero también debe haber un trabajo de cuestionamiento interno y a la violencia. 

Un segundo rasgo es el abandono de las responsabilidades parentales y domésticas. En Latinoamérica, la mayoría tiene o conoce una historia de un padre que nunca se hizo cargo. En Chile, Sonia Montecino escribió el libro “Madres y huachos”, que cuenta que así fue como se creó la nación. Tiene que ver con la falta de compromiso y con la sensación de que el hombre solo engendra en la fecundación y su trabajo terminó.

Está asociado a los roles de género porque se ha establecido al hombre como proveedor. Las labores de cuidado se ignoran: no lavar, no cocinar, no contribuir con las labores no remuneradas es un rasgo tóxico que además sobrecarga a las mujeres, porque son ellas quienes cargan con todo el peso de las labores domésticas y la crianza, además de su trabajo en los espacios académicos y profesionales.

Hay dos rasgos más: el nulo trabajo emocional y la idea de que existe una sola forma de ser hombre. Desde las crianzas, suele negarse a los niños el espacio para comunicar sus emociones. Siempre hay que ser racional, controlado y nunca llorar. Socialmente, de alguna forma hemos castrado la emocionalidad masculina, que lleva a que los hombres tengamos un nulo trabajo emocional y un mundo interno ignorado. No es que no exista, sino que no somos capaces de identificar lo que sentimos ni expresarlo de forma sana. Además, está la idea de que existe una sola forma de ser hombre: esa competencia por demostrar quién es el más macho, el que toma más, el que coquetea más, etc. Son estándares irreales y arbitrarios.

L.P: Desde Ilusión Viril señalan que hay un uso problemático con el término de nuevas masculinidades y prefieren hablar de masculinidades igualitarias. ¿Por qué es más adecuado llamarlas así?

B.F: Académicamente, hay muchos conceptos que se están utilizando: masculinidades disidentes, alternativas, despatriarcales o igualitarias. Todo apunta hacia una misma idea: repensar las conductas masculinas. Decimos que no son nuevas porque tenemos referencias de hombres que han ejercido rasgos de las masculinidades igualitarias a lo largo de la historia y trabajaron por los derechos de las mujeres. En Latinoamérica, tenemos por ejemplo a Quino, que creó a Mafalda, un personaje femenino super cuestionador y crítico con la cultura moderna. Estos personajes aportan a construir imaginarios diferentes sobre la relación sexo/género y ayudan a fomentar un discurso más igualitario. 

L.P: ¿Cuáles son los principales obstáculos y resistencias que consideras que existen hoy de cara a cambiar la cultura machista y las masculinidades tóxicas?

B.F: El principal factor que nos encontramos como resistencia es que el patriarcado en sí es un sistema complejo que tiene muchos mecanismos de mantenimiento. Es super difícil salir de sus instituciones. Suele haber una gran resistencia de los hombres, a través de la burla, el rechazo y la violencia. Esto tiene que ver con perder los privilegios masculinos, que es lo que más cuesta porque muchas veces no somos conscientes de que vivimos dentro del privilegio. Está la clásica frase: “quien vive en privilegio siente la igualdad como opresión”. Cuando uno habla de feminismo, de cuestionar las prácticas masculinas o de repensar las formas de coquetear, muchos hombres sienten "me están limitando, coartando o quieren que nos convirtamos en otras cosas", aunque no sea así.

También existe una resistencia o una desconfianza, super justificada, de los colectivos feministas porque los hombres llevamos milenios con una posición privilegiada. Ha habido muchos casos de hombres que supuestamente cuestionan todo y luego vuelven a incurrir en prácticas machistas e incluso violentas. La desconfianza está, va a durar mucho tiempo y es completamente válida. Lo que le decimos a muchos chicos que entran a formarse a la Fundación es que es un lugar para cuestionarse, no para hacerse el bueno, caer bien o agradarle a las chicas. Puede ser un proceso difícil e incluso doloroso porque hay que enfrentarse con la propia vulnerabilidad. Muchas veces van a encontrarse con resistencia de sus amigos y familia: burlas, rechazo o cuestionamientos. Existen presiones sociales y culturales que nos cuesta visibilizar. Cuando no estás dentro de la masculinidad deseada te cuestionan. Por ejemplo, cuando te pones una camisa de otro color o mueves tu cuerpo de otra forma.

L.P: ¿Qué consejos podrías darles a los hombres que se están empezando a interesar por el concepto de las masculinidades alternativas?¿Por dónde empezar a repensarse como hombre? 

La discusión de si podemos ser o no feministas hay que descartarla. Hay que abandonar la necesidad de protagonismo. Da lo mismo la categoría que quieras ponerte, tiene que ver más con qué cosas estás haciendo. Los movimientos de mujeres han buscado estar en las calles, recuperar la confianza en el espacio público y entrar a la esfera política, a los cargos de poder. Van hacia afuera de alguna forma. Del mismo modo, y como respuesta, los movimientos de hombres deberían buscar un espacio hacia dentro; de reconectar con el mundo interno emocional y con el mundo doméstico.

Los hombres deben cuestionar sus prácticas y privilegios. La experiencia nos ha mostrado que si bien es un proceso personal, y cada uno tiene su ritmo, vivirlo de forma colectiva es más enriquecedor. Si puedes compartir estas reflexiones con tus amigos, colegas y familia masculina, es más interesante. Puede ser un proceso incómodo llevar estos aprendizaje a otros grupos de hombres, pero es necesario para reconstruir sociedades más justas, con masculinidades más igualitarias y amorosas.

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