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¿Qué le puede enseñar Latinoamérica a Europa con la crisis migratoria en Ucrania?

La invasión rusa a Ucrania puede traer consigo el éxodo de miles de ucranianos en el corto plazo. En Latinoamérica, ya se vive una situación similar con la emigración de venezolanos a diversos países del continente.

Migrantes en una frontera con Ecuador

Foto: Reuters

LatinAmerican Post | Nicolás Donoso

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Uno de los episodios bélicos más recientes y que mayor interés y preocupación a partes iguales ha causado en el mundo entero es la invasión de Rusia a Ucrania. Según uno de los balances de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), hasta la fecha se registran 516 fallecidos y 908 heridos; cifras que, de acuerdo a las fuentes oficialistas son "considerablemente mayores", ya que únicamente en Mariúpol se reporta el fallecimiento de más de 2.500 personas.

El panorama es desalentador, y es que según la misma ONU, a comienzos de marzo y cuando apenas el conflicto había explotado, más de un millón de ucranianos habían abandonado su país para irse principalmente a territorios vecinos, la mitad de ellos fueron a Polonia. De seguir esta tendencia en el tiempo, se podría superar a la cantidad de personas que tuvieron que emigrar, por ejemplo, durante la Guerra de los Balcanes en los años 90 (más de 3 millones de personas emigraron).

La guerra que recientemente más desplazamiento de civiles ha causado es la de Siria, conflicto que inició hacía más de una década y que es considerada como la mayor crisis humanitaria. La ONU estima que más de 6 millones de sirios se encuentran actualmente en situación de refugiados.

Boric se inspira en la Unión Europea para ayudar a los migrantes venezolanos

Precisamente la crisis migratoria que movilizó primordialmente a Europa fue la de Siria, y para regularizar aquello la Unión Europea decidió emplear un sistema de cuotas, en donde los 28 países que conforman el organismo tienen que actuar de forma cohesionada y darle acogida a los millones de sirios. El sistema se repartía de acuerdo a un instrumento que medía la riqueza de un país y la cantidad de habitantes que conforman cada nación, y en base a esas variables, los países de la UE se dividían la acogida de los refugiados.

 

En la actualidad, el sistema de cuotas ha comenzado a mencionarse con cierta frecuencia en Latinoamérica luego de que el actual presidente de Chile, Gabriel Boric, en una de sus primeras conferencias con la prensa extranjera, indicó que para solucionar parte de la crisis migratoria que atraviesa Venezuela se debe aplicar el sistema de cuotas que puso en marcha la Unión Europea para ir en ayuda de Siria. "Tenemos que expresar la solidaridad latinoamericana, y ahí todos los países de la región, Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y también Bolivia, tienen un rol que cumplir".

Datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) son lapidarios: desde el 2014 se han disparado los desplazamientos de Venezuela hacia otros países (principalmente vecinos) y son más de seis millones los venezolanos y venezolanas en condición de  refugiadas y migrantes en todo el mundo. Además, según ACNUR, al término del 2020, Colombia (29,7%), Perú (19,8%) y Chile (19,7%) eran las naciones con mayor flujo de venezolanos, y en el 2022 aquello se mantiene.

 

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Por lo mismo, no es de extrañar que Gabriel Boric proponga esta solución, pero se debe entender que el sistema de cuotas no es el paraíso como muchos y muchas lo plantean. Ya que para ser recibido en otro país en muchas circunstancias se debe ser reconocido como refugiado, y para serlo una persona tiene que ser perseguida por motivos de "raza, nacionalidad, religión, opiniones políticas, género u orientación sexual" y cada país puede decidir bajo sus criterios y leyes si darle asilo a una persona o no. Y ante esta categorización pueden llegar a quedar fuera muchos y muchas migrantes.

 

Los logros de Latinoamérica en materia de inmigración y sus desafíos

Es por eso que Boric plantea la idea de actuar unidos como países, para dividir esfuerzos e ir en ayuda de una Venezuela que desde hace muchos años que la pasa muy mal. Pero para que aquello resulte se requiere de la cooperación de todos los países latinoamericanos, o de lo contrario ocurrirá lo que ha sucedido en Europa.

En materia de logros latinoamericanos en esta cuestión, la medida tomada por el presidente Iván Duque el año pasado en relación a la regularización masiva de inmigrantes venezolanos puede ser considerada como un ejemplo a seguir para Latinoamérica y para el resto del mundo.

De acuerdo a los datos del medio español El país, más de un millón de venezolanos indocumentados son protegidos por este nuevo estatuto temporal, lo que, entre muchas otra cosas, les permite a los migrantes venezolanos acceder a beneficios estatales durante diez años y, posterior a ese tiempo, poder optar a la residencia si es que quieren establecerse en el territorio. Todo un acierto del todavía presidente cafetalero y que probablemente los demás países deberían mirar con buenos ojos.

Y porque regularizar va de la mano muchas veces con dignificar la vida de las personas, también se debe plantear la imperiosa necesidad de controlar. Aquello evitará episodios lamentables como los ocurridos en el norte de Chile el año pasado, cuando una marcha anti migratoria contra venezolanos terminó con la quema de pertenencias de migrantes de aquel país. Lecciones, aprendizajes y acciones, las que se deben llevar a cabo en Latinoamérica, en Europa y en todo el globo.

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