ANÁLISISMedio ambiente

Opinión: las industrias más contaminantes no deben tener voz sobre el cambio climático

¿Cómo se pretende que se mitigue el cambio climático cuando los entes que deben regular y tomar acciones fuertes y seguras le están dando la palabra a las industrias más contaminantes?.

Barco con contenedores en el mar

Si quieren atención, dejémoslos ser el ojo del huracán. Foto: LatinAmerican Post

LatinAmerican Post | Vanesa López Romero

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Read in english: Opinion: The Most Polluting Industries Should Not have a Voice on Climate Change

El 2021 se ha caracterizado por la cantidad de noticia relacionadas al cambio climático y a las pocas esperanzas que deja tras de sí. Pero también se ha caracterizado por esperar ansiosamente la COP26 (Conferencia de las Naciones Unidas Sobre el Cambio Climático), evento que se realizará entre el 31 de octubre y el 12 de noviembre y que busca entablar conversaciones en torno a la justicia ambiental para llegar a soluciones y toma de acciones que frenen el cambio climático. 

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Pero con esta espera nos hemos encontrado, como si fuera raro, con acciones por parte de las altas esferas que no dejan mucho qué desear. Recientemente se dio a conocer, gracias a un informe de The Ferret, que en las reuniones preparativas para la COP26 que hubo en mayo y junio de este año, participaron 138 ejecutivos relacionados a variadas industrias que históricamente han sido las responsables del cambio climático. Estas reuniones son espacios en los que se realizan negociaciones internacionales que tienen como supuesto fin combatir el cambio climático a partir de la reducción de gases de efecto invernadero, pero ¿cómo se pretende combatir el cambio climático cuando se le está dando voz a quien en primer lugar lo produce?

¿Quién tiene la palabra?

Ante esta noticia, miles de activistas alrededor del mundo han señalado y criticado esta movida de la ONU, afirmando que este tipo de industrias no deberían tener ni voz ni voto a la hora de tomar decisiones, pues su palabra puede influenciar en gran medida las decisiones debido a intereses económicos a corto y largo plazo. Por su parte, voceros de estas industrias, se han pronunciado y defendido argumentado que sus opiniones también merecen ser escuchadas pues tienen la capacidad de tomar una posición seria sobre la problemática para traer soluciones y ser parte del progreso. 

Pero, ¿qué tan cierto es esto? Y, siendo honestos, ¿qué tanto derecho tienen a que se escuche su punto de vista? Hagamos un recuento: estamos hablando de varias industrias, entre las cuales encontramos a la industria petrolera, la agroindustria, multinacionales químicas, la industria farmacéutica, entre otras. Todas industrias altamente contaminantes que, además, históricamente han estado en lo alto de la cima debido a la demanda que han producido. Industrias que han tenido el micrófono por cientos de años. Industrias que han creado imperios a partir del gasto masivo de recursos naturales, de la destrucción de ecosistemas, especies y comunidades enteras. Industrias que nunca han cedido la voz a quienes sufren las consecuencias directas e indirectas de los actos de quienes sí tienen voz. 

Un poco paradójico que ahora que sí se ven acorraladas porque por fin son señaladas como las principales responsables de lo que puede llegar a ser el evento más destructivo de nuestra historia, estas industrias busquen que entre la diversidad de voces que deben ser escuchadas estén la de ellas.

¿Qué se puede esperar de un ente regulador que no regula?

Más allá de que que estas industrias quieran ser escuchadas, el verdadero problema es que la ONU, organizadora de esta conferencia y quien se supone debe velar por los derechos de los más vulnerables y por hacer cumplir una justicia social y ambiental, es quien le está dando esa voz a las industrias contaminantes. Llegan incluso a pasar por cínicos cuando nos damos cuenta de que el lobby pasa segundo plano porque ahora las industrias pueden tomar partido en las decisiones que se vayan a tratar, y por lo tanto pueden protegerse a ellas mismas bajo un discurso poco convincente en el que aseguran querer hacer parte de la conversación para llegar a soluciones que, como dijo la activista sueca Greta Thunberg, son solo bla bla bla. 

¿Cuándo será el día en que los entes reguladores dejen de jugar al bla, bla, bla y tomen acciones? ¿Cuándo será el día en el que el cambio climático deje de estar impreso en periódicos y detallado en páginas web y pase a ser un problema que se pueda trabajar desde la realidad? Mientras que llega ese día, el tiempo se hace cada vez más corto, el cambio climático más real y un futuro desalentador se transforma en un presente sin esperanza. 

Es momento de que alcemos la voz en contra (inclusive) de esas organizaciones que se preocupan por el medio ambiente de dientes para afuera, como si solo tuvieran que cumplir con un punto en la agenda. Hay personas que, literalmente, están dando su vida por proteger lo poco que queda por proteger, mientras quienes se llevan todos los aplausos están tomando decisiones catastróficas.

El cambio climático es real y sus promotores también. ¿Por qué debería darnos vergüenza señalarlos? Si quieren atención, dejémoslos ser el ojo del huracán. 

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