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Opinión: Solucionemos la crisis migratoria venezolana de una buena vez

Los episodios de xenofobia en contra de migrantes venezonalanos son cada vez más frecuentes y violentos en Latinoamérica. Es momento de que todos los gobiernos actúen de manera más humanitaria y menos política.

Migrante sentada en el piso

Hechos de xenofobia viven a diario los venezolanos en casi todos los países a los que llegan. Foto: LatinAmerican Post

LatinAmerican Post | Santiago Gómez Hernández

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Read in english: Opinion: Let’s solve the Venezuelan migration crisis once and for all

Hace unos días hubo uno de los hechos más violentos de xenofobia registrados recientemente en Latinoamérica. Un grupo de chilenos, frustrados por muchos motivos y la inoperancia del Gobierno, decidieron atacar un campamento de venezolanos migrantes. La noticia fue la quema de carpas, pero lo que más me impactó fue la quema de coches (o carritos) de bebés. Esto demuestra no solo el hastío por personas que "vienen a quitar el trabajo y oportunidades a los locales" o que "dañan el convivir tranquilo de tiempos atrás". No, ahora es un odio hasta con los más vulnerables.

Los venezolanos viven a diario hechos de xenofobia en casi todos los países a los que llegan. Desde el rechazo y la violencia, hasta la falta de oportunidades, la dicriminación y el discurso antiinmigrante y estigmatizante de políticos. Y esto tiene dos grandes responsables: el régimen venezolano y la inoperancia de los demás gobiernos latinoamericanos.

Evidentemente la crisis inició con la pésima administración chavista y su fallido modelo económico repleto de corrupción. Pero, otros responsables son los Gobiernos latinoamericanos.

Principalmente, porque cierran las fronteras e impiden el paso de refugiados. No migrantes. Refugiados. Pero si por el contrario las abren, dejan a su suerte a miles y miles de familias que en precarias condiciones arriesgan su vida para encontrar un mejor futuro.

Expuestos a la miseria y pobreza de los cordones de miseria. También exponiendo a la estigmatización de las comunidades y al rechazo y xenofobia de los locales.

Sabemos que América Latina es una región con niveles de pobreza extrema y que las ayudas sociales no son suficientes para los que ya viven en cada país. Pero esto no puede ser la excusa para ignorar el momento histórico en que enfrentamos como sociedades y como pueblos "hermanos", palabra con la que tanto nos llenamos la boca en repetir. Son momentos difíciles, pero la humanidad del latino no puede estar por debajo. Los refugiados venezolanos son también nuestra responsabilidad, porque por más que no queramos, van a seguir llegando y con la inestabilidad tan común de nuestros países, el día de mañana podemos ser nosotros emigrando.

Lee también: Opinión: Venezolanos en América Latina son refugiados, no migrantes

Los países, primero deben abrir las fronteras. Ningún migrante es ilegal dentro de nuestros países. Porque esta "solución" es el comienzo de cualquier discurso xenófobo. Si entendemos que los refugiados que huyen de una dictadura y del hambre del chavismo están acá y que no vamos a impedirles llegar, podemos entender de que la solución no es tan sencilla como cerrar una frontera o empezar a pedir visas.

Segundo, los Gobiernos deben invertir para albergues temporales, de paso, para los migrantes que han emprendido su camino a pie. Brindarles dignidad y apoyo, no rechazo e indiferencia. Las rutas de los migrantes ya se conocen y deberíamos entender que cambiar de país no es ningún delito.

Ya cuando lleguen a su país de destino, garantizar su inclusión. Recibirlos con garantías y posiblemente con un proceso de normalización de su estado migratorio. Esto también permitirá identificar y hacer rastreo de los refugiados que han llegado. Evidentemente no bastará con los recursos propios, pero todos lo países deberán crear un fondo internacional para la ayuda a los migrantes. Si países siguen pensando que el cierre de fronteras es la alternativa, que ayuden a financiar la acogida de los refugiados en otros países.  Que puedan ser beneficiarios de ayudas sociales cuando decidan permanecer en nuestro territorio. Si para cualquiera en su país es difícil salir adelante, para alguien nuevo y solo, mucho más.

También podríamos adoptar las medidas de la Unión Europea, y empezar a repartir los refugiados en varios países. Dividir la carga que puede representar el gasto social y todos como región, entender que un ser humano es también ciudadano del mundo.

Finalmente, los programas de integración. Todos estos refugiados, por más que hablen el mismo idioma y que tengan similitudes culturales, deben pasar por programas de integración. Aprender a utilizar los aparatos estatales de su nuevo país, a entender la burocracia que ni si quiera los locales comprenden y de que haya acompañamiento psicológico por los traumas que han debido pasar.

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