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Opinión: ¿Por qué los jóvenes no se sindicalizan?

A propósito del primero de mayo, Día Internacional del Trabajador, se me ocurrió hacerme la pregunta ¿por qué los jóvenes no se sindicalizan?.

LatinAmerican Post | Staff

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En 2017, Jaime Cerón, especialista en derecho laboral, escribía para Portfolio que en Colombia "los trabajadores sindicalizados no alcanzan el 5% total de los trabajadores activos, mientras que en el año 1965 llegaban al 13,4%". Así es que en las últimas décadas puede notarse un decenso en el número de trabajadores que se afilian a un sindicato, probablemente debido a que los jóvenes no se afilian. No conozco a nadie de mi edad ni menor de treinta años, por ejemplo, que pertenezca a un sindicato.

A propósito de esta fecha, la duda es ¿por qué los jóvenes no están sindicalizados? Una posibilidad, entre muchas otras que no alcanza a abarcar este corto ensayo, es que el discurso del mal llamado privilegio, que es tendencia en redes sociales, puede estar jugando en nuestra contra.

El discurso del "privilegio"

De un tiempo para acá, ha sido tendencia en las redes sociales la palabra privilegio. "Sé consciente de tu privilegio", "habla desde tu privilegio", "su voz es la de un privilegiado". Estas son algunas fórmulas que se repiten en las redes sociales y sobre las que habría que detenerse un momento, ¿qué es el privilegio?

Hay quienes usan la palabra "privilegio" en vez de usar la palabra "derecho". Así, quienes tuvieron acceso a una educación primaria y luego pudieron pagar una educación superior, por ejemplo, serían "jóvenes privilegiados". Los jóvenes de clase media, hijos de una generación de clase trabajadora, han alcanzado, algunos, un nivel educativo más alto que el de sus padres; han podido también estudiar sin tener que trabajar al tiempo. A esto le hemos llamado privilegio, pues en comparación con otros, nos parece que algunos "la tienen más fácil", pero en realidad es que han tenido lo básico: comida, vivienda, educación, acceso a internet, etc. (Por supuesto que habrá que reconocer que algunos, en efecto, sí tienen más privilegios que otros, pero sería un error llamar a cualquiera que vive mejor que otro un "privilegiado").

Hay, entonces, una generación de jóvenes que se saben "nacidos en el privilegio". Así, esta consciencia del privilegio se ha transformado en culpa de clase entre algunos jóvenes. Esto hará que, en un afán por no ser paternialistas, por no hablar por quienes "realmente sufren" y por a quienes "realmente corresponden las luchas sociales", los jóvenes no se vean movidos a pronunciarse sin antes disculparse por sus privilegios. Ya volveré a esto.

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¿Pasó de moda el modelo sindical?

Vuelvo a mi pregunta inicial: ¿por qué los jóvenes no se sindicalizan? Podrá decirse en un primer lugar que el modelo sindical ha perdido vigencia de cara a las nuevas prácticas laborales. Revisaré, pues, tales prácticas. 

El trabajo virtual ya era popular desde antes de la pandemia y, desde que los confinamientos son el pan de cada día, se ha reforzado esta nueva forma de trabajo que da la libertad de trabajar desde casa, pero que desdibuja cada vez más la jornada laboral (por la que, recordemos, protestaron a quienes recordamos y por quienes celebramos el Días del Trabajador) y los horarios de trabajo. Esta modalidad, además, elimina los espacios de encuentro entre pares, fundamentales para el modelo sindical.

Hoy en día hay, además, nuevas formas de contratación. El contrato por prestación de servicios es tal vez la más popular en Colombia, que consiste en contratar al trabajador por sus servicios sin hacerlo parte de la nómina de la empresa. Así, este contrato da una primera impresión de independencia al empleado (que en papel no es un empleado sino un trabajador independiente), pero libera al empleador prácticamente de toda responsabilidad. De este modo, muchos jóvenes no están formalmente contratados ni se sienten vinculados a una empresa, por lo que ni se quedan tanto tiempo, ni creen que puedan exigirle mayor cosa a su empleador.

Esto podría sumarse también a la tercerización o subcontratación, bajo la cual muchos son contratados por empresas intermediarias, lo que entorpece la comunicación con los empleadores. Es un modelo similar al caso de algunos servicios de mensajería, empresas que no contratan a sus repartidores (trabajo que desempeñan muchos jóvenes migrantes, por ejemplo) y que dejan al trabajador sin un empleador a quien exigirle sus derechos laborales. También es el caso de otras aplicaciones de conductores en las que la App se declara un intermediario, mas no una empresa.

Todas estas prácticas tienen una primera impresión de libertad y de independencia para el trabajador, pues parecen diseñadas para otorgarle flexibilidad de horarios y para eliminar las jerarquías. Bajo un contrato de prestación de servicios, por ejemplo, "el empleado es su propio jefe", o bajo el modelo de tercerización de los repartidores, ellos trabajan en los horarios que quieran y cuánto quieran. Sin embargo, como ya hemos visto, son formas de precarización de la fuerza laboral joven y entorpecen la comunicación con sus empleadores.

Cómo nos está jugando en contra

Estas aparentes "libertades" (que son en realidad formas de pecarización), sumadas al discurso del privilegio que ya los jóvenes hemos interiorizado (y desde el cual debo avergonzarme del lugar en el que estoy y agradecer todo lo que tengo), hacen que me sienta más identificada con la clase privilegiada (a la que no corresponden las luchas sociales) que con la clase trabajadora.

Así, entonces, son más populares en redes sociales los discursos sobre la empatía que sobre la agremiación y el sindicalismo. "Que el privilegio no te nuble la empatía" es una frase que se repite mucho, como si la lucha no fuera de quienes la enuncian sino de otros, como si a algunos les correspondiera la exigencia de derechos laborales y a otros nos correspondiera sentir empatía (que a veces se usa como un eufemismo de "lástima") por esos primeros. Sin embargo, son estos jóvenes mal llamados privilegiados quienes están siendo precarizados

Es cierto que el modelo sindical, cuyos líderes sobrepasan casi todos los 40 años, ha perdido vigencia y que hace falta que estudie las nuevas dinámicas laborales y los intereses de quienes están entrando al mercado laboral (que incluyan, por ejemplo, un enfoque de género en sus exigencias). Sin embargo, este modelo sindical no cuenta con jóvenes que lo modernicen, pues estamos todos demasiado avergonzados de nuestra "gomelería" como para organizarnos.

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