Medio ambiente

En Bogotá, Colombia, un río muerto pretende resucitar

“El río llega vivo a Bogotá, no en perfectas condiciones, pero durante todo su recorrido por su cuenca alta, existe vida en sus aguas, sólo hasta que los bogotanos depositamos nuestras aguas residuales en él"

LatinAmerican Post | Alberto Castaño

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El río Bogotá recorre 380 kilómetros desde el páramo de Guacheneque de donde nace sano y cristalino hasta que se encuentra con el hombre apenas 11 kilómetros delante y las curtiembres y actividades agrícolas en los municipios de la cuenca alta empiezan a contaminar sus aguas.

Discurre por el departamento de Cundinamarca, en su cuenca alta, moribundo hasta que llega a la capital colombiana en donde pierde cualquier vestigio de vida y sigue su negro e inerte curso hasta desembocar en el río Magdalena en la ciudad de Girardot en el mismo departamento central de Colombia.

“El río llega vivo a Bogotá, no en perfectas condiciones, pero durante todo su recorrido por su cuenca alta, existe vida en sus aguas, sólo hasta que los bogotanos depositamos nuestras aguas residuales en él, es que el río muere totalmente, la vida es imposible en sus aguas”, afirma Néstor Franco, director de la CAR Cundinamarca, autoridad ambiental en la región por donde transita este río.

La ciudad de Bogotá produce 21 metros cúbicos por segundo de aguas residuales provenientes del alcantarillado y en la actualidad sólo existe una precaria Planta de Tratamiento de Aguas Residuales, conocida como la PTAR Salitre que trata únicamente 4 metros cúbicos.

Pero no sólo es dramática la situación si se analiza que en la ciudad más importante de Colombia no se cuenta con el proceso de saneamiento básico de las aguas servidas que producen sus habitantes, no sólo es que se trate menos de una quinta parte de las aguas residuales, es decir, no es exclusivamente una cuestión de cantidad de las aguas, es además de ello, una cuestión de calidad de ellas.

Esta planta de tratamiento de aguas residuales, además de ser insuficiente para la cantidad de agua producida por los bogotanos, sólo hace algo que técnicamente se conoce como tratamiento primario, que básicamente se traduce en una gran malla que retiene grandes sólidos suspendidos en el agua, como televisores viejos, muebles, llantas y toda suerte de desperdicios que los ciudadanos arrojan a sus ríos y caños afluentes del Río Bogotá como colillas de cigarrillos, preservativos, botellas, etc.

En resumidas cuentas, en la actualidad, sólo se le hace un cambio físico al agua, pero no tiene ningún tipo de cambio físico, el agua entra negra y contaminada a la PTAR Salitre y sale en las mismas condiciones, negra y contaminada.

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Es una preocupación que aqueja no sólo a los Bogotanos que poco a poco han ido despertando ante la necesidad de tener mayor conciencia sobre la importancia de su río tutelar, también es motivo de preocupación y estudio para los municipios que se encuentran aguas debajo de la ciudad capital, pues las condiciones del agua que llegan a aquellos poblados, es casi tan desagradable como los fétidos olores emanados de su podredumbre.

Ante semejante catástrofe ambiental que representa contar en Colombia con uno de los ríos más contaminados del mundo, en cuya cuenca se produce el 32% del Producto Interno Bruto del país, el Consejo de Estado, alto tribunal judicial del país, emitió una sentencia en el año 2014 mediante la cual se ordenó el diseño y la implementación de medidas para descontaminar el río Bogotá. EL Consejo repartió responsabilidades a entidades del orden nacional, regional y local para que el río Bogotá vuelva respirar y se fecunde la vida en él.

Una de las entidades a las cuales el Consejo de Estado ordenó tomar medidas puntuales fue a la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca, la CAR, autoridad ambiental en esta región que ha sido una de las únicas que al parecer ha respondido con hechos tangibles a la obligación impuesta por el alto tribunal, pues en la actualidad se encuentra próxima a entregar la ampliación y optimización de la PTAR Salitre.

Ampliación porque pasará de tratar los precarios 4 metros cúbicos por segundo a tratar 7.1 y optimización porque a través de una técnica empleada por las plantas de tratamiento más avanzadas en el mundo, la de lodos activados, realizará el tratamiento primario, que hasta ahora hace, pero le adicionará un tratamiento secundario y la desinfección del agua, lo que se traduce en un cambio tanto físico, como químico del líquido que será vertido al río Bogotá.

Esta gran obra civil de 450 millones de dólares que invirtió la entidad responsable y que tratará 450 toneladas mensuales de basura, se encuentra en un 88% de avance de ejecución y deberá entrar a operar en el 2020 según lo proyectado desde el inicio de la obra.

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Las aguas vertidas al afluente podrán ser utilizadas para riego agrícola e incluso para uso pecuario y una de los factores más importantes, se eliminarán los olores de las aguas residuales de los bogotanos, al menos las que trate esta PTAR que son aquellas que corresponden sólo al norte y parte del centro de la ciudad. Y se tiene tanta confianza en ellas, que el edificio administrativo de esta planta usará el agua tratada para el funcionamiento de sus baños y para el riego de sus jardines.

“No es decirlo, es hacerlo”, afirma enérgico Franco González y añade que “este proyecto desde sus inicios contó con el acompañamiento del Banco Mundial, de la Procuraduría General de la Nación y de todos los entes de control para brindar absoluta transparencia y que cada centavo fuera bien invertido reportando beneficios claros a todos los habitantes de la cuenca del río Bogotá, esa es una de las razones por las cuales estamos cumpliendo”.

Sin embargo, el gran lunar es aún el tratamiento de las aguas residuales del centro, sur de la ciudad capital y el municipio de Soacha, cuya responsabilidad recae en la Alcaldía Distrital que no ha realizado ningún avance significativo tras el cierre financiero que se logró en octubre del año 2017.

En aquella ocasión, Enrique Peñalosa, alcalde de Bogotá afirmaba que “ya con los recursos asegurados empezará en las próximas semanas los procesos para la precalificación de las empresas que podrán participar en la licitación para la construcción de esta obra”. Dos años después no ha empezado nada y sólo se firmó el convenio hasta junio del presente año.

El proceso de licitación para la construcción de esta gigante PTAR que se hará cargo de los 14 metros cúbicos que aún restan para tratar la totalidad de las aguas residuales de Bogotá antes de que vayan a parar al río, estaba proyectado para el primer semestre de 2019 y supuestamente estaría adjudicada en el segundo semestre, sin embargo a la fecha ni siquiera se ha abierto la licitación, por lo cual, dos terceras partes de las aguas de Bogotá seguirán siendo vertidas al río sin ninguna clase de tratamiento al menos por los próximos cinco años.

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