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¿Por qué ver Monos?

Es un película sin un contexto específico de tiempo y lugar que, no obstante, tiene todo que ver con lo que ha ocurrido en el último siglo en Colombia.

Escena de la película: 'Monos'

Escena de la película: ‘Monos’. / Tomado de: Youtube.com/Neon

LatinAmerican Post | Sofía Machado

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Read in english: Why you should watch ‘MONOS’

Esta alusión directa está muy bien resuelta en Monos: se sitúa en una realidad que perfectamente podría estar ocurriendo, o haber ocurrido, aquí o en otro país, donde los conflictos sociales se escalan a la política, y los conflictos políticos afectan a la sociedad, en especial en su base.

Una sociedad vista desde el origen, desde cero, pasando por el caos, continuando con la democracia y, cuando esta fracasa, por la anarquía.

Monos es como el retrato del artista adolescente de Joyce, pero narrado con toda la crudeza, las emociones, el miedo, la inexperiencia y las duras situaciones a las que se enfrentan ocho disímiles adolescentes. Todo suma para dejar una puerta abierta a la reflexión sobre nuestro comportamiento y sobre qué es lo que nos hace humanos; individuos que pertenecemos a una sociedad y a algo más grande que nosotros mismos.

Monos es un retrato, desde una mirada adolescente, de toda una sociedad, mientras aporta una experiencia cinematográfica impresionante. El sonido, la música, el paisaje, el manejo de cámaras, todo allí funciona y se integra. Para mí, el sonido es el punto cúspide; incluso cerrando los ojos, es posible imaginar —recrear— lo que está pasado, con toda la claridad. Creo que no hay muchas películas que lo logran de esta manera.

Además de los recursos sensoriales, el guion y la actuación son destacables: diálogos sencillos, genuinos, sin alarde ni extensiones innecesarias, que reflejan la complejidad de las relaciones humanas que se viven a flor de piel y con toda la intensidad en la adolescencia.

Quizás en su misma sencillez, la película se vuelve compleja, porque alcanzar —o mejor, recuperar— la sencillez se ha convertido en el último desafío en un mundo donde todo se ha complicado de manera innecesaria.

Y la actuación, bueno, solo elogios… Elogios a la genuina expresividad de cada personaje, elogios por retratar a cualquiera de nosotros en distintas situaciones, y elogios por grabar en el frío páramo de Chingaza, sobre los 3.600 msnm, con mínimo ropaje, como si fuera lo más natural. Porque allí, en ese mundo, no importa casi nada material, excepto las armas, porque dan poder; nada distinto al sentido básico y a la vez profundo de la superviviencia, que nos conecta de igual a igual con cualquier animal y, de hecho, nos recuerda nuestra que naturaleza es la misma.

No me parece necesario encasillar a Monos como una película política o social, ni mucho menos juzgar su crudeza real. Es una historia de seres humanos que no son superiores a sus conflictos, que enredados en ellos no logran trascender y no les importa autodestruirse.

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Los personajes—que somos nosotros mismos— son los únicos responsables de todo lo que les sucede, pero buscan explicaciones en las culpas ajenas y desahogo en el lamento, cuando en realidad su comportamiento ya está impreso a golpes en su ADN, y su mundo no lo creó nadie diferente de ellos mismos. Así estamos programados, así funcionamos como sociedad.

¿Y qué? Pues que en nosotros está también el poder de reflexión y la capacidad hasta de cambiar a tiempo, aún cuando el futuro es incierto, tal y como muestra la última escena de la película, con una consigna básica: sobrevivir.

No sé si me gustó la película en últimas; es bien incómoda de ver. En el cine, como en todas las artes, el mensaje puede trascender el nivel de lo meramente agradable. No es una cinta “bonita”, es una película buena, lo cual es diferente.

Una hora y cuarenta minutos al borde del asiento, haciendo caras de asombro, apretando los dedos de los pies, con miedo, con asco, con muchas otras sensaciones… Allí incomoda particularmente ver todo lo que estos ocho monos hacen mientras buscan sobrevivir, narrado sin tapujos ni adornos, de manera primitiva y básica, desde lo más simple hasta la crueldad que tiene como requisito la indolencia. ¿Qué pasa cuando el ser humano enseña su lado más cruel? Que todo empeora, claro.

Todos somos Monos, aquí, ahora, ayer, mañana y siempre.

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