ANÁLISIS

¿Que está esperando América Latina para dejar de mirar hacia el norte?

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Ante nuevas amenazas de deportación masiva y la campaña de reelección del presidente que las emite, la región tiene más razones para cuestionar su relación con los Estados Unidos

Bandera de Estados Unidos y mapa de Latinoamérica
Read in english: What is Latin America waiting to stop looking north?

Entre los estudiosos de política exterior existe un término en latín que se ha utilizado para describir la preponderancia de los Estados Unidos en la toma de decisiones políticas en América Latina: se le llama doctrina réspice polum. El término traduce a ‘mirar hacia la estrella polar’ y hace alusión a la tendencia de muchos Estados latinoamericanos de recurrir a los Estados Unidos como referente de desarrollo y como autoridad hemisférica.

La doctrina subsiste hasta hoy, tanto para los Estados como entre la población, que ven hacia el norte con admiración aún cuándo la coyuntura política muestra un poder ejecutivo estadounidense determinado a limitar la cooperación con América Latina. Lo que ha ocurrido con el gobierno Trump debe ser entonces, otra oportunidad para reconsiderar la imagen que se tiene de los Estados Unidos en nuestra región.

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La semana pasada, Trump manifestó su intención de coordinar una operación de deportación masiva con el ICE (agencia de Inmigración y Aduanas de los Estados Unidos, llamada así por sus siglas en inglés) que pondría en la mira a más de 2.000 familias sujeto de ordenes de deportación previas. Presuntamente a sugerencia de la líder demócrata Nancy Pelosi, Trump decidió posponer la operación por dos semanas con la esperanza de que los dos partidos convengan una solución para el problema migratorio que aqueja al presidente.

La decisión de posponerlo se puede leer como un ultimátum a la bancada demócrata para que esta ceda en la cuestión migratoria, pues la realidad es que dos semanas es muy poco como para alcanzar un consenso en una cuestión tan espinosa.

Una demostración de desinterés

Lo que deberíamos inferir desde América Latina, sin embargo, es que Trump está empeñado cortar lazos con las comunidades latinas al interior de su país. La suspensión de cientos de millones de dólares en ayuda humanitaria a Guatemala, El Salvador y Honduras demuestra que tampoco le interesa asociarse con la población latina por fuera de sus fronteras.

Bajo Trump, los Estados Unidos se proyectan como un país con nulo interés de cooperar con América Latina. Si bien se puede argumentar la validez de una política migratoria más estricta y de mayor austeridad en la entrega de ayudas económicas para el desarrollo, hay una ausencia total de medidas de respaldo que promuevan la continuidad en una relación de cooperación entre Estados Unidos y América Latina. No hay evidencia que sugiera que esto se trate de un cambio hacia otra forma de manejar la agenda de cooperación entre las partes, mientras que la evidencia sobra para afirmar que la drástica reducción de la agenda ya se encuentra en curso.

Quizás con la excepción de México, que se tuvo que atener a la renegociación del NAFTA en vez de su eliminación y que evitó la imposición de nuevos aranceles al reaccionar con presencia militar en la frontera a las preocupaciones migratorias de Trump, los países latinoamericanos de los que se aleja los Estados Unidos no han recibido ofertas alternativas.

Hora de mirar en otra dirección

Para los gobiernos latinoamericanos, particularmente en Centroamérica, que ven como se desvanece su antes ocupada agenda con los Estados Unidos, el momento es ahora para reconsiderar su relación con el Norte.

¿Con que fin debemos mirar hacia la estrella polar, si la estrella polar ni siquiera nos mira de reojo?

La relación de América Latina con los Estados Unidos ha sido, desde hace más de un siglo, intensamente asimétrica a favor del gigante norteamericano, y aun así persistió por que ofrecía algo al sur: acceso prioritario a uno de los mercados más grandes del mundo, respaldo del ejército más fuerte del mundo y ayuda económica, así haya sido condicionada.

Pero si en vez los Estados Unidos optan por no ofrecer nada, entonces miremos hacia otra parte.

 

LatinAmerican Post | Equipo editorial 

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