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Venezuela: lecciones del genocidio de Ruanda

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¿Puede aprender Venezuela de lo sucedido en Ruanda?

Venezuela: lecciones del genocidio de Ruanda

El pasado 7 de abril se cumplieron 25 años del genocidio de Ruanda, donde por un mes más de 800.000 personas murieron víctimas de una clasificación étnica. Los Hutus contra Tutsis, en una guerra que comenzó patrocinada por los grupos radicales y quienes se dirigían a los Tutsis como cucarachas y ratificaban que cualquier contacto con ellos podría ser considerada como traición. 

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Después de la muerte del presidente de ese entonces, los Hutus emprendieron una cacería contra los Tutsi, y como lo indica El Universal “75% de la población fue masacrada […] alrededor de 330 personas fueron asesinadas por hora”. Sin embargo, el genocidio, “acentuado desde el gobierno, aprovechando la diferenciación étnica que los países colonialistas (especialmente Alemania y Bélgica)” según Análitica; fue el terrible resultado del conflicto de intereses económicos y políticos de quienes codiciaban el poder. La crisis, que se alimentó desde 1990, finalmente explotó en abril de 1994 y 25 años después todavía tenemos mucho que aprender. 

Venezuela y Ruanda

Es claro que la situación de Venezuela en el 2019 y Ruanda en 1994 son diferentes. La primera distinción clara es el origen del conflicto. Mientras que en el país africano era étnico, el de Venezuela es político. Ahora, en el país latinoamericano es la minoría socialista quien hace que el régimen se mantenga en el poder; mientras que en Ruanda era la minoría quien sufría de las atrocidades de los Hutus. A pesar de las diferencias, existen similitudes a la hora de tratar el conflicto y que deberían ser implementadas o evitadas en la situación venezolana. 

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Comunidad Internacional 

El papel de la comunidad internacional en lo sucedido con Ruanda fue desastroso por dos motivos principales. Bill Clinton, presidente de los Estados Unidos, decidió negar la existencia del genocidio, producto de que su país pertenecía a la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, y en caso de reconocerlo, “tenía la obligación de intervenir para impedir y castigar los actos tendientes a destruir una nación, etnia, raza o grupo religioso”, de acuerdo a 20 minutos. 

Segundo: el abandono de la ONU ante el conflicto. Tras ver como la situación empeoraba, el organismo decidió retirar los cascos azules que había mandado para contrarrestar el conflicto.A pesar de las advertencias del responsable de la misión de la ONU en el país africano, Romeo Dallaire, la organización no hizo nada sino hasta julio de 1994 cuando se dieron cuenta de las miles de víctimas, pero ya era muy tarde. Es por eso, que en el vigésimo aniversario, la ONU reconoció su fracaso en el genocidio de Ruanda y en ese entonces  (la institución) “no cumplió con su deber de reforzar la misión de paz de la ONU para proteger al mayor número posible de civiles", según TeleSur.

Por ende el papel de la comunidad internacional tiene que ser claro y sobretodo, enfocado en abogar por los derechos humanos que se están violando en Venezuela. De nuevo, la situación entre los dos conflictos son diferentes, pero la crisis social, política y económica necesita ser resuelta bajo un marco jurídico que dé constancia de la resolución del conflicto bajo la premisa de la defensa de los derechos humano. Aquí no hay cabida para los intereses políticos, ya vimos lo que sucedió con Clinton.

Intervención Militar

Una de las soluciones que más se discute en el caso de Venezuela es la intervención militar, promovida normalmente por los gobiernos afines a Donald Trump. Sin embargo, cuando esta “estrategia” se usó, logró que muchos de los perpetradores del genocidio escaparan.  Gracias a la intervención de Francia, y además de lo anterior, su participación en el avance hacia “Kigali de los tutsis del Frente Patriótico Ruandés donde había puesto en desbandada al Gobierno hutu. Esa intervención francesa salvó la vida de algunos tutsis pero, al mismo tiempo, apoyó la huida de los genocidas al este del Zaire”, de acuerdo con Diagonal. 

El apoyo de fuerzas militares van disfrazadas de falsas ayudas humanitarias. Las intervenciones militares no garantizan una solución al problema. Al contrario, estas podrían incrementar el número de víctimas y no cumplir con el objetivo de salvarlas. De acuerdo con Analítica, “quienes ostentan el poder de forma arbitraria violando los derechos humanos de los pobladores, ¿qué harán? Su herramienta de negociación y presión serán los pobladores civiles que ya son víctimas”.

 

LatinAmerican Post | Laura Viviana Guevara Muñoz

Copy edited by Vanesa López Romero

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