ANÁLISIS

¡No más caza deportiva!

En Colombia se busca prohibir esta práctica que lamentablemente sigue siendo legal

¡No más caza deportiva!

Parece prehistórico y salvaje pensar en cazar animales por pura diversión. A nivel mundial, la caza deportiva se sigue practicando a pesar del sufrimiento al que son sometidos estos animales. Es frecuente que se viralicen fotografías de personas que posan orgullosos al lado de cadáveres de elefantes, jirafas, rinocerontes, etc. Es más, existen compañías dedicadas a ofrecer servicios especializados de cacería. A pesar de causar indignación, la caza deportiva sigue siendo una práctica legal en países como Colombia.

Por esta razón, la Procuraduría General de la Nación del país cafetero le solicitó a la Corte Constitucional declarar que esta práctica no se pueda llevar a cabo. De acuerdo con Semana Sostenible, “para el órgano de control las normas que actualmente reglamentan esta actividad son contrarias a la dimensión ecológica de la Constitución Política de 1991, porque matar a un animal por recreación es desconocer los progresos alcanzados en materia de protección ambiental en el país”.

Coincido profundamente con la Procuraduría, pues en la actualidad pensar en cazar animales porque al ser humano le produce satisfacción, no es más que crueldad en su máxima expresión. Considerar a los animales como objetos de los que podemos disponer para divertirnos, va en contra vía de todo por lo que se ha luchado en materia medio ambiental.

Es cierto que la caza deportiva se lleva a cabo, ocasionalmente, para controlar el crecimiento de una especie o como fuente de alimento. Aunque también estoy en desacuerdo con el primer caso, pues muchas veces el crecimiento poblacional de una especie se debe a la acción del ser humano, en estas situaciones la caza no se realiza por diversión o como plan de entretenimiento. La indignación contra la caza se centra en aquella que es por diversión y en la que no hay más motivación que el cazador se entretenga mientras le dispara y ve morir a un animal indefenso.

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Es por esto que el ente regulador declaró que "la caza deportiva desconoce el deber de proteger a los animales como seres sintientes y no como cosas. Además este tipo de caza no se trata de una actividad justificada en razones de subsistencia, ni de control poblacional de las especies”. Los animales pueden no ser reconocidos como sujetos de derechos, pero es claro que sienten dolor y cazarlos, torturarlos y matarlos por diversión solo demuestra el salvajismo que el ser humano puede alcanzar.

Según Semana, la demanda para prohibir esta práctica fue interpuesta por Laura Santacoloma y el magistrado Antonio José Lizarazo está llevando el caso. Las normas que se pretenden declarar inconstitucionales son Ley 2811 de 1974, arts. 248, 252 y 256 del Código Nacional de Recursos Naturales Renovables y de Protección al Medio Ambiente y la Ley 84 de 1989, arts. 8 y 30  del Estatuto Nacional de Protección de los Animales.

¿La naturaleza también quiere que se prohíba la caza deportiva?

Como si de justicia poética se tratara, en mayo de 2017, Theunis Botha, cazador profesional sudafricano, murió aplastado por un elefante en Zimbabue mientras estaba de cacería. El Mundo informó que Botha “había disparado a tres de las crías que embestían contra ellos cuando un cuarto animal le envolvió con la trompa y le levantó al aire. Un integrante de la expedición intervino para salvar a su compañero abriendo fuego contra ese elefante, que cayó encima de Botha provocándole la muerte”.

Botha tenía una empresa especializada en la cacería de montería (perros dirigen la caza y le avisan a sus amos sobre la presencia de otros animales) para cazar leopardos y leones. El cazador era considerado un pionero, pues esta práctica había perdido adeptos luego de ser practicada en la Edad Media en Europa.

Este mismo medio resalta que los restos de Scott van Zyl, amigo de Theunis Botha, y quién también era cazador profesional, fueron encontrados en el estómago de dos cocodrilos que lo devoraron mientras se encontraba de cacería.

 

LatinAmerican Post | Marcela Peñaloza

 

* La opinión del redactor no representa la del medio

 

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