Medio ambiente

Poda urbana: ¿una práctica necesaria o un atentado contra los árboles?

Las consecuencias de podar un árbol en la ciudad son mayores a las que te puedes imaginar

Poda urbana: ¿una práctica necesaria o un atentado contra los árboles?

La copa de los árboles urbanos protege a los transeúntes del calor y de la lluvia; el follaje también disminuye la temperatura ambiente, es refugio de aves, y conecta a la población de las ciudades con una porción de naturaleza. Sin embargo, en varias urbes latinoamericanas es común observar ejemplares del arbolado urbano transformados por una poda desmesurada, que no solo elimina ramas sino que en ocasiones convierte a los árboles en meros troncos, despojados de todo follaje. Esta práctica atenta contra la forma natural de los árboles, e incluso en ocasiones los pone al borde de la muerte, pues elimina sus hojas, impidiéndoles llevar a cabo la fotosíntesis.

¿Con qué fin se hacen estas podas desmedidas?

Si la mayoría de las personas es consciente de la importancia de conservar los árboles de una ciudad, ¿por qué aparecen entonces tantos ejemplares destrozados por podas irracionales? Los motivos son varios. A menudo, la copa de los árboles interfiere con el tendido de cables, con el paso de vehículos, etc., y ese es el motivo por el que la población los poda. Otras razones son más mezquinas: el ejemplar impide que se vea un cartel comercial, o cubre en exceso la fachada de una vivienda que su dueño quiere lucir. En este sentido, cabe aclarar que desde un punto de vista legal, los árboles que se encuentran en las aceras públicas son responsabilidad del municipio de la ciudad, y no propiedad del vecino (aunque el árbol se encuentre frente a la puerta y haya sido plantado por el dueño de la vivienda).

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Hay una motivación más insensata, aunque no menos común, para podar en exceso: la idea de que “los árboles crecen más rápido cuanto más se los poda”. Y aunque esta creencia es cierta, no implica que una poda desmedida sea beneficiosa para los árboles, sino todo lo contrario.

¿Qué consecuencias tiene para un árbol una poda excesiva?

Una vez que los árboles pierden por completo sus hojas, necesitan reponerlas  con rapidez para poder realizar la fotosíntesis, es decir, para transformar el dióxido de carbono del aire en hidratos de carbono. En efecto, a fin de compensar el estrés provocado por la completa eliminación del follaje, los árboles lanzan rápidamente ramas, yemas y hojas, elementos que les permiten sintetizar nutrientes gracias a la luz del sol.

Es éste el motivo por el cual “crecen más rápido” (y no porque se hayan beneficiado con la pérdida del follaje). Por lo demás, estos nuevos brotes son tan numerosos que forman verdaderos racimos de ramas, fenómeno que altera la forma natural de los ejemplares.

Cuando las ramas se cortan parcialmente y no por completo desde su lugar de inserción, surgen ramillas más delgadas del tramo remanente. La implantación de esas nuevas ramas finas sobre las gruesas es débil, y las recién desarrolladas corren el riesgo de quebrarse en esa unión por acción del viento, la nieve, el contacto con algún objeto, etc. Por lo tanto, lo mejor es podar solo las ramas necesarias, y hacerlo desde su inserción en el tronco o en una rama principal, a fin de conservar la forma natural de la copa. Si el problema es, por ejemplo, el contacto de algunas ramas con un tendido eléctrico, bastará eliminar las que estén cerca de los cables, dejando las demás intactas. 

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Las ramas poseen una forma cónica, que las dota de flexibilidad y les permite doblarse (como sucede con las cañas de pesca) sin sufrir quebraduras. Cuando una rama se corta a la mitad y de ella nace otra nueva, esa conicidad se pierde. Además, las ramas que no se podan al ras del tronco originan muñones, que resultan estéticamente desagradables y deforman al árbol, favoreciendo asimismo el ingreso de organismos patógenos a través de esa herida.

Preservar los árboles en su estado natural significa respetar la vida

A nadie le gustaría que le cortaran un brazo a la altura del codo, bajo el argumento de que ese miembro molesta en el transporte público, o en una mesa de trabajo compartido. Los árboles tienen una forma natural, como cada uno de nosotros, y esa forma es característica de cada especie. Preservarla es respetar la vida, no solo la vida de los árboles sino también la humana, ya que formamos parte de la naturaleza y dependemos de ella para llevar una existencia armónica, e incluso para sobrevivir como especie.

 

LatinAmerican Post | Jorge Guasp

Copy edited by Laura Viviana Guevara Muñoz

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