ANÁLISIS

Opinión: La religión y la política son una composición nociva

Que el Dios de ellos, el suyo y el mío nos ampare y evite el resultado de estas mezclas tóxicas y nocivas

Opinión: La religión y la política son una composición nociva

Recuerdo que, en algunas clases de laboratorio de química, el maestro repetía: “algunas mezclas pueden ser peligrosas”. Estas palabras detenían nuestra ansiedad y ganas de explorar esos tubos de ensayo y de inmediato atrasaba ese deseo de descubrir nuevas experiencias. Cito estas palabras, y las aterrizo a estos párrafos, porque ese será el epicentro de estos renglones.

Mencionaré algunas mezclas: Hamburguesa y papas a la francesa

                                                 Películas y lluvia

                                                 Café y libros

Excelentes y exquisitas combinaciones.

Otras a mencionar:   Leche y piña

                                 Alcohol y drogas

                                 Política y religión

Este último llama la atención, es una aglomeración de esas de resaltar, de no pasar por alto, de hacer gestos no tan agradables. Pues bien, la mezcolanza de la política y la religión es un tema muy consistente en nuestra nación. Hoy por hoy, y a estas alturas, varios de los aspirantes a la presidencia, al congreso, o aquellos a ocupar puestos del gabinete gubernamental, pretenden posesionarse con sus injerencias claras sobre el evangelio.

Como si fuera poco, la democracia atrofiada, dislocada y untada por escándalos de corrupción, le debemos sumar el fervor de las creencias del Dios que a su imagen y semejanza pintan en este panorama político. Muchas han sido las ocasiones que Latinoamérica ha experimentado la sensación de un político que con sus posturas religiosas intenta en nombre de Dios gobernar un mundo desviado y profanado. Estos personajes luchan por rechazar a todo costo la ideología de género, la eutanasia, el matrimonio igualitario, y el aborto.

Si del cielo bajamos un caso que asemeje esto, es la actual situación que se vive en Colombia. Uno de los candidatos colombianos a la presidencia de la república, cuenta en su equipo de trabajo con un ex procurador, quien ha adorado venerablemente la resistencia a los disputados derechos de la comunidad LGBTI. En la misma campaña se alojará una ex candidata que lideró varias campañas en esta nación como el NO en el plebiscito por la paz y la prohibición de que parejas del mismo sexo adopten. Estas campañas fueron algunas de las consignas de esta ex senadora y ahora peso fuerte en este candidato que figura estar en segunda vuelta presidenciales.

Costa Rica, Brasil, Colombia, Ecuador, México, entre otros se destacan por la influencia de líderes políticos y religiosos. Lo paradójico de estos señores que vociferan con biblia en mano, es que, en su sosiego, y afán de bajarse del púlpito y subir al poder político, es retroceder a un obsoleto y retrógrado período que ya se ha sacudido e independizado por medio de la inclusión, la igualdad y el respeto.

Prodigiosamente, la comunidad cristiana y católica poseen un número elevado de votantes, aunque algunos políticos ignoren o subestimen esta gran masa, es de considerar a estos feligreses de Dios que están dispuestos a seguir al candidato que supla sus empatías religiosas. Asimismo, las masas siguen a aquel que disponga el líder de su iglesia, porque si es de reconocer alguna de las características de los sacerdotes o pastores, es la destreza de incidir en las distintas ideas de sus devotos.

Que el Dios de ellos, el suyo y el mío nos ampare y evite el resultado de estas mezclas tóxicas y nocivas, porque estas élites del poder pueden sumergirnos en un caudaloso, oscuro y abstracto mundo de desigualdad, exclusión y precarias leyes.

Repito letras de mi madre cristiana y no seguidora de esta clase política: “Dios los crea y el diablo los junta”.

Latin American Post | Carlos Portillo

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