ANÁLISIS

Soy culpable de violencia de género

El machismo y la violencia de género son problemáticas que enfrentan tanto mujeres como hombres

Soy culpable de violencia de género

La violencia de género no solo la sufren las mujeres; esta problemática tiene varias formas de presentación: agresión física, maltrato verbal, daño psicológico, vejaciones económica y asaltos sexuales. Afecta a cualquier persona independientemente de su orientación sexual y golpea de forma más contundente a niños y jóvenes.

El machismo es raíz de la violencia de género y además el patrón y modelo de comportamiento de la sociedad capitalista actual. Por esto, la situación aqueja por igual a hombres y mujeres. Asimismo, por excelencia, esta puede ser la forma de violencia de género que sufren los pequeños del sexo masculino.

Debido a esto, a los varones se les cohíbe de expresarse con ternura y afecto, de mostrar su dolor y compasión hacia el dolor de los demás; del mismo modo, se corta de forma tajante su capacidad empática, su vanidad y expresiones estéticas. Incluso, se les inculca la rudeza como forma natural de tratar los demás, se les da la idea de que la hombría es equivalente a convertir en objeto sexual a la mujer y al número de relaciones que puedan tener.

Los pequeños sufren violencia de género cuya ocurrencia es además invisible. Ya en su vida adulta, algunos de estos muchachos se convierten en perpetradores que aportan víctimas a las estadísticas de violencia contra la mujer.

Pocas personas somos conscientes de hasta qué punto una acción, un gesto, o una palabra, emergidos de forma espontánea en cualquier momento, en casa o en la calle, pueden cambiar la vida de niños, niñas y jóvenes.

Tal vez sin darnos cuenta y siendo completamente ajenos al contexto directo de esa persona, somos responsables por el muchacho que se convirtió en un hombre maltratador, o la chica que convive en una relación donde sufre maltratos constantes y no ha sabido salir de este ciclo. ¿Cómo? Se preguntará usted.

Puede haber sido en una charla con frases como: “…Así es la vida de las mujeres” “Es una mala mujer, el marido la mantiene y ella reniega de la casa y los hijos” “El tipo es florecita, se deja tratar mal de la mujer” “El que no cela, no ama” “Solo fue un golpecito, sea macho” Este tipo de palabras, que posiblemente habremos escuchado en la cotidianidad de nuestro contexto latinoamericano,  para los adultos son solo una parte más del paisaje; no obstante, para un niño, niña, o los jóvenes que están apenas entrando en la etapa adulta, son mensajes que les indican lo que es normal o no para la sociedad.

Si preguntamos frente a frente, pocas personas estarían dispuestas a decir que es correcto golpear o agredir de cualquier forma a una persona debido a su orientación sexual, menos si se trata de un joven o infante. Sin embargo, es muy fácil encontrar todo tipo de comentarios agresivos en contra de la comunidad LGTBI o cualquiera que hace defensa de los derechos de este colectivo.

Debemos hacer una introspección y analizar cómo estamos perpetuando imaginarios, violencias, discriminaciones que nos afectan a nosotros mismos o a quienes nos rodean. Puede ser difícil reconocerme como maltratador(a), machista o cualquier otra clase de encarnación de antivalores, pero es una tarea necesaria. Tan solo cambiar la forma en que nos expresamos puede generar una transformación muy significativa, porque implica que hemos descubierto en nosotros mismos, pensamientos que dan vida a estas formas de violencia y estamos haciendo algo concreto para evitarlo.

LatinAmerican Post | Yeni Riaño

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