ANÁLISIS

Lo tengo en la piel

Es momento de llevar a México en el corazón por decisión y no por azar

Lo tengo en la piel

Nuestra Nación está enfrentando momentos difíciles desde la llegada del presidente Donald Trump; las dificultades en el tratado de Libre Comercio, la amenaza del levantamiento del muro, como en los tiempos del temible Hitler. Las crueles deportaciones y todas las humillaciones que como mexicanos han tenido que pasar por habitar territorio estadounidense.

Todas estas circunstancias nos han hecho voltear hacia adentro, al corazón de México.

Yo creo firmemente en un nuevo florecimiento de nuestro México, como en los tiempos ancestrales en donde surgieron grandes civilizaciones.

A veces me pregunto qué tipo de líder necesitamos actualmente, dentro de todos los que hemos visto ser protagonistas de nuestra historia.

¿Un Benito Juárez, un Porfirio Díaz, un José María Morelos y Pavón?

O quizá una organización social como la de los aztecas, donde ya estaban establecidos los roles: el sacerdote, los jefes militares y dentro de ellos salían elegidos los emperadores aztecas.  

Finalmente, dentro del curso de la historia siempre el deseo de poder y la traición es lo que se termina apoderándose de muchos por no decir todos los líderes que han dado curso a nuestra historia.

Mi interés por este tema:  La historia de México es ahora imparable y con mucha mayor intensidad que cuando cursé la escuela.

En días pasados tuve la oportunidad de estar en la ciudad de México, como un regalo de Dios, porque no tienen idea cuanto lo deseaba desde hacía unos años.

Y como primer escenario elegí las pirámides de Teotihuacán, un lugar increíble y milenario, lleno de recuerdos ancestrales donde una cantidad impresionante de personas acuden a cargarse de energía cada solsticio y donde puedes sentir el paso de la historia.

Rios de personas transitando la “Calzada de los muertos” en una especie de procesión para culminar con la subida de aquella enorme escalinata que lleva a la cima de la gran pirámide del Sol, que algún dia subieron los teotihuacanos para hacer su especial ofrenda al Dios del Sol.

Cuando culminé mi subida a la pirámide de la Luna,  me tocó la fortuna de platicar con un paisano, un chavo que tenía más de 14 años viviendo en el extranjero y platicamos un buen rato de México, de cómo en otros países no tienen la cultura que tenemos nosotros y el hecho de sentirse orgulloso de ser mexicano,  pese a todas las contrariedades que actualmente ocurren.

Fue muy padre coincidir en tantos puntos de vista en nuestra identidad como mexicanos.

Después pude visitar el museo nacional de Antropología, una verdadera joya nacional.

Me vino una sensación especial e inexplicable al estar frente al pabellón de la civilización Mexica, y decir…dentro de mí, en mis genes y a lo largo de la historia, yo fui en algún sentido parte de esta civilización.

El valor, el arrojo, la sabiduría en temas como la arquitectura, la astronomía, la agricultura, fueron la base de su identidad y el cimiento para construir la Gran Tenochtitlan.

Es un verdadero pasaje por la historia nacional el caminar por todos los pabellones del Museo de Antropologia.

No solo por cultura, sino por herencia.

No se si me lo pudieran creer, pero se me hizo un nudo en la garganta cuando estuve frente a la exhibición de nuestro emblema nacional, el águila posándose sobre el nopal y devorando a una serpiente; este fuerte signo de la historia manifestado en diferentes representaciones artísticas.

Creo que si debe de estar guardado en nuestra genética porque fue mágico el recorrer toda aquella sala representando un mismo signo, y el poder experimentar un sentimiento como ningún otro de identidad.

Algo que también llamó mucho mi atención fue la cultura Yaqui, será porque lo llevo en la sangre, pues mi abuelo desciende de los Yaquis de Sonora y mi mamá nos contó muchas historias de él.

Me encontré que fue uno de los pueblos que no cedieron ante la conquista y se mantuvieron firmes.

Me encantó este escrito que encontré en el museo y se titulaba así:

Los Yaquis, los que hablan fuerte

Después de la gran inundación que cubrió con agua al mundo, los cuatro profetas y los ángeles llevaron a los yaquis en procesión a través de las fronteras de su territorio. Hablando fuerte y claro, los profetas dijeron que vendrían hombres que querían apoderarse de las tierras yaquis y que habrían entonces grandes y encarnizadas luchas.

Entonces, uno de los profetas, junto con los principales de la tribu, fundó los pueblos y les dio sus nombres. El profeta anunció también que los ocho pueblos yaquis y su territorio habrían de durar por toda la eternidad, pues la herencia Yaqui es indestructible.

Y los Yaquis aún se mantienen como pueblo auténtico y unido, fiel a sus raíces y a sus creencias.

Todas las culturas que nos dieron inicio como nación, como es el caso de los Teotihuacanos que antecedieron a los mexicas, así como la cultura Maya que se estableció hacia el sureste de México y parte de Centroamérica, con aquella numeración tan avanzada, así como lenguaje y astronomía, han dejado un legado muy importante en nuestro ser.

Y creo firmemente que deberíamos,  a imitación de los Yaquis, ser indestructibles como nación e inquebrantables como mexicanos.

¿Aceptas el reto?

 

Latin American Post | Josue Linderman Galeano Rivera

 

 

 

 

 

 

 

 

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