ANÁLISIS

#ColombiaTieneEscritoras: un país estancado en el siglo XIX

En pleno 2017, el Ministerio de Cultura parece no haber entendido que Colombia es diversidad

#ColombiaTieneEscritoras 

El pasado 1 de noviembre, el Ministerio de Cultura publicó un comunicado titulado “La literatura colombiana es invitada de honor en Francia”, en el cual anunció que “el 15 de noviembre, un gran evento reunirá en la Bibliothèque de l’Arsenal de París a doce autores colombianos: William Ospina, Juan Cárdenas, Sinar Alvarado, Pablo Montoya, Octavio Escobar Giraldo, Luis Noriega, Jorge Franco, José Zuleta Ortiz, Juan Álvarez y Jorge Aristizábal Gáfaro”. Es imposible no notar que en la lista no hay una sola mujer.

La literatura colombiana tiene una larga trayectoria de invisibilizar a las mujeres que se han atrevido a escribir a lo largo de su historia. En el siglo XIX, Soledad Acosta de Samper se atrevió a escribir novelas, pero su colección únicamente fue publicada luego de que su esposo redactara una carta justificando por qué permitía que su mujer escribiera y publicara eso que escribía. La carta fue impresa para ser lo que primero se encontrara el lector, antes de la colección de novelas. Un siglo y medio más tarde, puede que las escritoras no tengan que justificarse por medio de sus maridos o sus padres, pero sí dependen de una industria editorial manejada por hombres. Además, el Ministerio de Cultura no parece pensar que ninguna de sus obras es representativa de la literatura contemporánea colombiana y que no vale la pena mandarlas a París.

Un colectivo de escritoras colombianas publicó un manifiesto en la revista Arcadia en el cual se preguntan por cuáles fueron los criterios del Ministerio para escoger a quienes representarían a la literatura colombiana contemporánea en París. En el manifiesto escriben: “Las instituciones públicas deben crear criterios transparentes de selección de las delegaciones que representan al país y deben realizarse a través de convocatorias públicas incluyentes”.

Aplaudo a las escritoras, editoriales, librerías y medios colombianos que no se han quedado callados. Como alguien que un día, más pronto que tarde, busca vincularse en esta industria como editora o novelista (ojalá ambas), me entristece que peleas como la de Soledad Acosta de Samper aún no se hayan resuelto. ¿Cómo se puede representar la literatura contemporánea colombiana si no se incluye a todo tipo de personas que producen libros? ¿Cómo es posible que de la extensa lista de mujeres de este país que se dedican a escribir y a crear cultura el Ministerio no haya sido capaz de elegir ni siquiera a una?

Hay que llamar las cosas por lo que son: no incluir a ninguna mujer en un evento público como el de París es un acto de discriminación. Decir que seguramente es porque “la calidad no está” es justificar esa discriminación y la invisibilización sistemática a la que se enfrentan las mujeres colombianas todos los días, escritoras o no. La calidad sí está. El Ministerio tenía una gran lista de mujeres que han hecho maravillas por la literatura colombiana para escoger.

Si no me cree, le dejo recomendaciones:

  1. El prestigio de la belleza de Piedad Bonnet. Esta novela es una falsa autobiografía de una de las escritoras más importantes de la contemporaneidad colombiana. Habla sobre cómo es crecer como una niña fea en un país que no es capaz de valorar a las mujeres por cualquier criterio que no sea su aspecto físico.
  2. Memoria por correspondencia de Emma Reyes. Es otra mirada a la infancia femenina en Colombia. Aunque Emma Reyes ya no está con nosotros, la publicación es reciente y es un libro que se mantiene relevante (puede leer mi reseña de este libro aquí).
  3. Uno siempre cambia al amor de su vida (por otro amor o por otra vida) de Amalia Andrade. Es una receta para superar la tusa, pero también es mucho más que eso. Es un libro que se autocuestiona, que permite que el lector le meta mano y lo convierta en su propia historia. El uso del lenguaje es novedoso, al igual que las ilustraciones. Es un libro muy sabio pero que no se toma a sí mismo demasiado en serio, como su autora.
  4. Qué raro que me llame Federico de Yolanda Reyes. Es una novela sobre la maternidad, sobre la adopción y sobre la identidad colombiana. Tiene unas de las descripciones más lindas de Bogotá que he leído.
  5. Azares del cuerpo de María Ospina Pizano. Es una colección de cuentos que habla sobre mujeres con vidas rotas. Es la primera publicación literaria de Ospina y ha sido bien recibida por la crítica.

Por supuesto que hay muchísimas más, porque Colombia Tiene Escritoras.

 

Latin American Post | Laura Rocha Rueda

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