ANÁLISIS

Las mujeres latinas merecen algo mejor: Poner fin a la disparidad en el acceso al aborto

La marcada disparidad en el acceso al aborto en Estados Unidos afecta de manera desproporcionada a las mujeres latinas, y muchas en Texas y Florida enfrentan viajes de más de 11 horas hasta la clínica más cercana. Es necesario abordar esta flagrante desigualdad.

En una era en la que los derechos parecen estar avanzando, la cuestión del acceso al aborto en Estados Unidos ilustra claramente lo lejos que todavía nos queda por llegar, especialmente para las mujeres latinas en estados como Texas y Florida. Mientras que las mujeres en estados como Nueva York o California pueden llegar a una clínica de abortos en cuestión de minutos, las de otras partes del país enfrentan un viaje arduo y a menudo prohibitivo. Esta disparidad no sólo es inconveniente; es una barrera injusta que discrimina según la geografía, los ingresos y la raza.

Acceso al aborto: una división geográfica

El Center for American Progress (CAP) destacó recientemente esta cuestión en un estudio que revela que en algunos distritos del Congreso de Estados Unidos, principalmente en el sureste y partes del medio oeste, las mujeres deben viajar más de cuatro horas para acceder a una clínica de aborto. Esta carga recae con mayor fuerza sobre las mujeres latinas, quienes a menudo se ven obligadas a recorrer estas grandes distancias, lo que resulta en pérdida de salarios, mayores costos de viaje y una tensión personal significativa.

¿Por qué el código postal en el que reside una mujer debería dictar su acceso a la atención médica? El derecho fundamental a elegir es vacío si los medios prácticos para ejercerlo están fuera del alcance de grandes sectores de la población. Es una medida punitiva contra las mujeres, particularmente aquellas provenientes de minorías y de bajos ingresos, lo que afianza aún más las desigualdades sociales.

La reciente promulgación en Florida de una prohibición del aborto a las seis semanas exacerba estos desafíos, colocando obstáculos legales y logísticos que hacen que la atención oportuna sea prácticamente inaccesible para muchos. Esta ley, como muchas otras que se aplican en los estados conservadores, efectivamente elimina la promesa de libertad reproductiva, impactando desproporcionadamente a las mujeres latinas que ya enfrentan numerosos desafíos socioeconómicos.

Más allá del control: una lucha por la autonomía

Estas leyes no tratan sólo de controlar los cuerpos de las mujeres; se trata de controlar el futuro de las mujeres: decidir qué tipo de vida pueden llevar y qué tipo de familia pueden mantener. Al imponer tales restricciones, negamos a las mujeres la autonomía esencial necesaria para tomar decisiones de vida profundamente personales de manera justa y accesible.

El argumento de que los estados simplemente legislan basándose en las creencias de sus electores no se sostiene cuando la legislación produce impactos tan desproporcionados. Es una cortina de humo que oculta el verdadero problema: un despojo sistemático de los derechos de las mujeres bajo la apariencia de derechos estatales y gobernanza moral.

Lo que necesitamos no es sólo una oposición vocal sino un cambio viable. Necesitamos salvaguardias federales que protejan el acceso al aborto como un derecho fundamental, no como un privilegio otorgado sólo a quienes se encuentran en lugares geográficos específicos. Debemos ampliar los servicios en áreas desatendidas, aumentar la financiación para la salud reproductiva y adoptar la telemedicina para reducir la necesidad de viajar.

Además, debemos desafiar y cambiar las condiciones socioeconómicas que hacen que las mujeres latinas y otras minorías sean más vulnerables a tales disparidades. Esto incluye abordar la brecha salarial, mejorar la educación sanitaria y garantizar que todas las mujeres, independientemente de su origen o lugar de residencia, tengan acceso a opciones de atención sanitaria integrales y asequibles.

Un llamado a la acción colectiva

Como sociedad, no podemos tolerar un status quo en el que el acceso a la atención sanitaria esté distribuido de forma tan desigual. Es hora de levantarnos y exigir algo mejor para las mujeres latinas y para todas las mujeres. La salud de nuestra democracia depende de la salud y la autonomía de sus ciudadanos. Garantizar un acceso equitativo a los servicios de aborto no se trata sólo de atención médica; se trata de justicia, igualdad y el tipo de país que queremos ser.

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Que este sea el momento que consideremos como el punto de inflexión: el momento en que elegimos defender los derechos de todas las mujeres a tomar decisiones informadas sobre sus cuerpos y su futuro sin dificultades ni interferencias indebidas. No cambiemos simplemente la conversación; cambiemos la realidad.

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